“El Otro Infinito me dio espíritu, la posibilidad de ofrecer algo al mundo”

Entrevista: César Zevallos


Hay un verso de Martín Adán, en su poema “Trance de poder”, que sintetiza la narrativa sonora del músico que hoy presentamos, El Otro Infinito:

todo en él se vuelve obscuro silencio:
profundo, metálico, de lámpara vacía,
de su corazón, del mundo

Para que esta imagen no se escape, y de paso climatizar esta entrevista, sugiero oír una de sus producciones, Un Antiguo Enemigo.


El Otro Infinito es uno de los actos peruanos más sólidos de música electrónica experimental. Aún hoy, en que los ideales de cambio y libertad parecen estar sepultados, este género musical persiste en constituirse como un terreno de posibilidades renovadoras para la sensibilidad artística. Este es uno de esos casos.

Este género musical, la electrónica experimental, es de una imaginería totalmente opuesta a la música comercial, reniega de sus costumbres y valores, ya que no rige su existencia a razones mercantilistas. Eso no les quita la voluntad de vivir del arte musical, esperar una retribución justa en la medida de su trabajo y vida, aunque en Perú prime la doble negación: del trabajo y de la vida. Este tipo de música es una manifestación del descontento e inconformismo, pero desde una expresión humana hermética, como si encontrara regocijo en una soledad inaccesible. Puede resultar poco amigable con todos, y una ruta libre para ser pretencioso. De alguna forma, la música se vuelve un muro, exige del receptor una apertura intuitiva, una familiaridad con metáforas literarias y referentes de música similar como Aphex Twin, Autechre, Silvania, y también exige derribar algunos prejuicios sobre los pensamientos oscuros. 

No todos pueden tomarse el tiempo para detenerse a procurar este tipo de veleidades, ni construir un espacio de condiciones, sencillamente no hay motivos ni estimulantes. Hacerse preguntas puede ser un privilegio. Los trabajos ocupan mucho espacio y tiempo, tal vez más del que deberían. Y precisamente de ahí escapa Alfonso Noriega. Después de sus jornadas de oficina, se dedica desde 2014 a crear música como El Otro Infinito, que tiene una ingesta fascicnante de música techno, psicodelia y dark ambient. Él hace de todo: programaciones, teclados, voz y lírica, guitarras, mezclas, samples. 

Pero la música es, ante todo, narrativa. Intencionada o no, vehiculiza la historia de decisiones y naturales desencuentros en la búsqueda de una voz, un sonido. Algo que se hace tan grande, que se vuelve injusto que solo circule en pocas manos. “Por más que sean instrumentales, son autobiográficos”, sentencia sobre su proceso.

Noriega decidió experimentar con un teclado en 1998 gracias a que escuchó Juniperfin de Silvania. Desde ese tiempo no cesó. Hoy diserta sobre su historia como artista, los sellos nacionales de música experimental de inicios de la década del 2000 (peruanos como Chip Musik, Aloardi, Internerds, mexicano como Bifronte), su visión mística de la música, su íntima relación con la poesía, los enemigos de la difusión musical, las escenas no conectadas de música local, lo que sintió el día que murió David Bowie, lo que le dijo un metalero en un concierto en Villa El Salvador. Eso y más.

¿Cómo se gesta tu relación con Chip Musik, uno de los sellos nacionales que más ha apostado por tu trabajo?

Los de Chip Musik son mis hermanos, los adoro. Toda mi vida le voy a agradecer a Alexander Fabián, el fundador de este sello. (…) En el año 2006 salí del país por temas familiares y laborales, me desconecté de todo. Cuando regresé, después de diez años, Alexander apostó por El Otro Infinito. Es una hermosa persona. Creo que las personas que más aman la música, más que el músico mismo, son los fundadores de sellos y los que crean revistas, artículos. Cuando haces música, te promocionas a ti mismo, pero con un sello o revista, promocionas a los demás.

Es colectivo, en vez de individual

Claro. Mis respetos… Es otra cosa. Comencé a hacer amistad con Alexander. Todos mis primeros trabajos fueron con Chip Musik. No soy parte del sello, pero siempre los he apoyado. Las cabezas son Alexander, Dante (que está por La Oroya) y Jorge. Por amistad siempre los apoyo. Siempre voy a considerar a Chip Musik como mi casa-hogar. También puedo sacar material por otros sellos, como con Superspace Records de Wilder Gonzáles.


Y un sello mexicano, Bifronte Records

Claro. Los contacté por Rolando Apolo. Él es de la gente antigua, trabajó con el sello Aloardi, de Christian Galarreta y Gabriel Castillo. Rolando era amigo de Fabiola “Fa” Vásquez, que con Christian forman Tica. Actualmente Rolando crea máquinas, es un maestro, es como Carlangas [Carlos García “Zetangas”].

Diseña sus propios instrumentos

Claro, es otra locura. Rolando Apolo se fue a México y comenzó a chambear con Bifronte Records. Estamos hablando de la época de 2000 para adelante, cuando surge el sello Internerds (en 2004) La siguiente generación experimental, después de Crisálida Sónica (que es de fines de los 90’s), viene a partir del 2000, aquí aparecen Aloardi, Chip Musik, Internerds, y me estoy olvidando de muchos sellos… Rolando Apolo también tocó en Puna, con Gerardo y Jorge. Después de eso, como te decía, se fue a México, y entabla relación con Bifronte Records y se integra. En México las escenas son más organizadas. Una vez vinieron en tour, las bandas de Bifronte como Minadedrama, Jodido portátil. (…) La música es de todos, para compartirla. La escena no solo en Lima, sino en Perú, no se termina de armar por egos.

Hay muchas rencillas

Sí, que es humano en realidad. Hay en un trabajo, una familia o un negocio…

Lo que veo es que el conflicto paraliza, o hace que crecer sea más difícil

Como El Otro Infinito he tocado en Villa El Salvador, Villa Maria del Triunfo, Miraflores, Barranco, Los Olivos. Por todos lados hay escenas que no se terminan de interconectar, y a veces ni se conocen. Por ejemplo, la escena del black metal es recontra organizada, hacen sus conciertos bien hechos, sus giras internacionales. Otro ejemplo es el grindcore. Aparte de ellos, las otras escenas no los conocen. Hay un montón de música quemada por todos lados y no se conocen entre ellos. Qué triste. Si en Europa hay una escena como tal, es porque suena por todos lados, en cambio acá la gente no sabe que está sonando todo eso.

Creo que el peruano es de gustos musicales muy fuertes. Volviendo a tu música, he notado que desde el primer disco que publicaste en Chip Musik defines la personalidad de tu proyecto, esa exploración por lo profundo y misterioso, ¿cómo ha evolucionado tu visión de la música?

Los años te van cambiando, así tú no quieras. No hay forma de no cambiar. (…) Hay gente, en las artes, que sienten las vivencias con una intensidad mayor de lo común. La única forma de manejar eso es botarlo en un producto artístico. Hay muchos artistas así, famosos o legendarios, o hasta en las calles caminando y tú no sabes… Es muy cierto lo que decías sobre la música en Perú. No recuerdo dónde leí que, así como Perú es país de poetas, es de músicos también. Hay gente súper talentosa. La música para mí siempre ha sido mística, hay grupos que tienen esa visión. Si escuchas Silvania, es espiritual, así de sencillo. En Mogwai, una banda de post rock, tú puedes sentir que hay un corazón latiendo, una emoción, un espíritu. Eso es lo que siempre va a estar en El Otro Infinito. ¿De dónde viene el nombre? Hay una frase de César Moro, que dice “esta es una realidad fallida, la verdadera realidad está a punto de ser construida”. Cuando lo leí, pensé que a esa realidad, que hay que construir, le corresponde un infinito, porque la realidad por sí misma es un infinito. Por eso que El Otro Infinito es intentar traer acá algo de ese otro lado.

Pienso que cuando arribamos a algunas ideas, hay un proceso de maduración. En ese proceso hacia ese mundo oscuro e hipnótico que has construido con regularidad año tras año, ¿qué has hallado? 

Toda mi vida he sido artista. Eso es algo que eres, no hay forma de no serlo, de no crear. En mi caso se trata de buscar respuestas. Esta es una realidad fallida, tienes que buscar formas de embellecerla, mejorarla. Es un tema espiritual. Es una búsqueda de todos los días.


¿Qué pasaría si esta búsqueda de respuestas, esa inconformidad, se amplificara, es decir, que más personas tuvieran esa cualidad, más allá de los artistas?

Tal vez está aumentando… Desde que regresé al Perú frecuento gente en sus veintes. Ya no tienen la resignación de mi generación. Porque mi generación, que es de los 90’s, es más derrotista, porque crecimos en los 80’s, con el terrorismo y el país al borde del abismo. No hay forma de que eso no te cambie. Tu generación tiene una gran ventaja: en sus primeros años no han tenido una realidad tan horrible como la gente que creció en los 80’s. Yo le pongo mis fichas a la generación de ustedes. 

Tu última producción, No nos rendimos, se lo dedicas a los peruanos que se rebelan, la publicaste en diciembre del 2022, una semana después de las primeras manifestaciones en contra de Dina Boluarte. ¿Estás convencido de la capacidad de la música para resistir escaladas de violencia, como la que se vivió durante las protestas contra la dictadura?

Un artista, un creador, si tiene dos piedras, va a hacer música. Es algo humano.

Es un instinto

No sé si sea instinto. Mucha de la gente talentosa que he conocido hace psicodelia, no como estilo musical, sino como idea de que la música puede hacer sentir o imaginar algo más allá de lo que estás viviendo. Jimi Hendrix, rey de la psicodelia, quería hacer música para sanar. Hay momentos en que a través de una melodía, un instrumental, ves el otro lado. 

Silvania es uno de tus mayores referentes locales, ¿qué sueños te ha ayudado a construir, o a derribar? 

Como alguna vez le dije a Mario Silvania, cuando escuché Juniperfin de Silvania, decidí hacer música. Fue en 1998, me compré un teclado y empecé a experimentar. Producía cassettes, tenía un proyecto llamado Maldoror y después lo cambié a El hilo de Ariadna, era un estilo de teclado minimal. Y como banda, como algo más oficial, a partir de 2001. 

¿Qué encontrabas en esas primeras exploraciones?

La posibilidad de ir más allá de esta realidad. Tiene que haber un sentido. Claro, cada uno tiene que inventar su Dios para salir adelante. La música es algo trascendente si el artista lo permite. Yo no estoy en contra del reggaetón, yo mismo lo he bailado, tenemos sangre tropical. Pero eso es entretenimiento. Es diferente escuchar algo que da sentido a las cosas… si vas a tener problemas en la vida y se va a derrumbar todo, tienes ese camino. He tenido la bendición de tocar o improvisar con gente genial, que están tocando en un bar… Tocar con ellos es un momento de comunión espiritual. Es ver a Dios. Puede sonar ridículo, pero es eso. Por eso cuando terminamos de improvisar, nos abrazamos. Escuchas la grabación y te preguntas ¿hemos hecho eso nosotros? 


¿Crees que la música tiene enemigos?

Tristemente es el ego. A veces te impulsa, te ayuda a no parar. En este país, hay muchos artistas que, en base a un gran ego, han podido salir adelante. Definitivamente te ayuda porque acá las condiciones son adversas. Acá un músico no vive de la música, tienes que trabajar, hacer mil cosas, y con el poco tiempo que te queda, dedicarte a la música. Mucho ayuda el ego. Pero para construir una escena… Porque al final la música es para que todos la escuchen. Si me pongo a crear y se queda ahí, no tiene sentido. Sabes que aquello que estás creando puede darle algo bonito a alguien. Mucho de El Otro Infinito ha sido un tema de ego, es un proyecto solista. Pero hay un momento que debes sobrepasar eso, debes darte cuenta de que no se trata de que quien lo escuche, sepa quien lo hizo, sino que es un regalo de la vida, tienes que devolverlo. Suena muy romántico, pero en la práctica es así. ¿Cómo funciona un trabajo en equipo? Siempre habrá uno que quiera imponer su opinión, y en el momento en que todo es muy armónico, logras la solución. También es un tema práctico. Siempre habrá rencillas, como lo mencionaste. La música siempre va a estar, la música como tal no tiene enemigos. Es como decir que Dios tiene un enemigo… Dios como un todo, Dios como la música, el absoluto. Lo que tiene enemigos sería la difusión de la música: egoísmos, rencillas, sectarismos, condiciones económicas. En Europa tú eliges qué escuchar, en Perú la gran mayoría escuchan lo que les están dando, no tienen idea que existe toda esta gente… Silvania ha logrado lo que nadie ha logrado… Ellos tocaron en el mismo momento que Slowdive, Ride, Stereolab, no estamos hablando de alguien que vino después y le copió el sonido, no. Viene Mario a Perú y nadie sabe que es un equivalente a la música experimental, así como Susana Baca lo es en la música internacional. No saben que existe. Ese es el crimen contra la música. Porque si tuviera la difusión, cada uno podría elegir. Las nuevas generaciones son más abiertas, tienen tanta información, pueden reggaetonear pero también escuchan Slowdive. ¿Cómo pueden conocer más si no existe la difusión? Dorog Records tiene una gran cantidad de música diferente…

Lo primero que oí de tu música lo encontré por Dorog Records. En su compilatorio La Nueva Canción Peruana encontré tu canción “White abyss”

Si te pones a explorar, hay muchos sellos… Pero hay personas que no lo hacen.

De repente las personas no tienen el tiempo o el espacio para hacerlo…

Ahí volvemos al tema económico-social. Siempre habrá un cuestionamiento, de menos o más personas. El espíritu cuestionador siempre existirá. Con cada músico que he hablado, siempre mencionan esa palabra, “inconformismo”, que la utilizaste. Nunca he buscado que alguien me haga una reseña, o buscar conciertos para tocar, soy muy vago para eso. Subte Rock sacó una reseña muy bonita, que se titulaba “Oscuro y rebelde, así es El Otro Infinito”. 

Un poco caricaturizado

No lo sé (risas). Ahí está el tema del ego. Nunca hay que creérsela, nunca. Ahí viene el inconformismo. Si tú no te cuestionas a ti mismo, ya no hay búsqueda, te paras.

¿Cómo te fue en la pandemia? En 2021, publicaste El axioma de la incertidumbre

Voy a usar mi ego (risas). En 2022 aparecieron varios discos de gente que lo hizo en pandemia. Mi disco El axioma de la incertidumbre, publicado en 2021, fue el primero. Tuve un tema familiar, mis papás son personas ancianas, yo cuidaba de ellos en la pandemia. Desde el mismo título del disco, y no creo que sea por la pandemia, lo que rige ahora es la incertidumbre, las nuevas generaciones se basan en el cuestionamiento, todos los ídolos se han caído. (…) El axioma de la incertidumbre es el reflejo de una vivencia personal, de cómo vi a las personas, como también el mundo. Todos mis discos, por más que sean instrumentales, son autobiográficos.


Es que el sonido es una narrativa, pero no es fácil llegar a entender eso… Por cierto, te gusta la poesía, ¿cuál crees que es la relación que establece con la música?

De repente son lo mismo. Mi primer amor ha sido la poesía. A los 15 años leí las obras completas de Shakespeare. Las palabras me decían que hay algo más que la vulgaridad, y lo digo porque las cosas se vuelven tan ridículas cuando quieres llegar a algo bueno o trascender, hay rencillas, celos… Hay un texto de los diarios de Alejandra Pizarnik, que dice algo así como “para esto servía la poesía, para que alguna noche estando triste y sola, me sienta acompañada”. La poesía y la música crean un mundo en el cual puedes estar feliz. La visión que tengas de la vida nunca será perfecta. Citando a Hermann Hesse, las dos formas que tiene el ser humano de acercarse al absoluto, es la religión y el arte. Yo también escribo, hice plaquetas de poesía como El Otro Infinito, pero no me he dedicado a publicarlo. Wiliam Burroughs dice que el lenguaje permite expresarte, pero a la vez te limita. La música rompe ese parámetro. Pero están íntimamente relacionados, como dos caras de una misma moneda. Hay mucha poesía que es musical. Constelaciones poéticas de Luis Hernández es pura cadencia, pura música. Siempre cargo un libro de poesía, ahora llevo uno de Jerónimo Pimentel. Finalmente, ya sea que abordes el arte a través de la música, la poesía, la cultura, todo está relacionado.

La poesía te pone al centro del remolino, como la música, o la música electrónica que haces

Entiendo que la mayoría de personas que han escuchado El Otro Infinito, me catalogan dentro de la música electrónica. Yo considero que se trata más bien de la herramienta que tienes en ese momento. (…) Lo siguiente que va a publicar El Otro Infinito, va a demorar bastante. Cuando comenzó la cuarentena estricta, empecé a trabajar de manera remota, hasta ahora. El 2021 estuve sentado ocho, diez horas frente a la computadora, eso cambió mi manera de componer. Una cosa es que tú trabajes de manera presencial, regreses a casa en tu tiempo libre y te sientes frente a la computadora, otra cosa es estar todo el día frente a la computadora y seguir componiendo en la computadora… Ya me hartaba eso. Si no hubiera pasado eso, hubiera seguido trabajando como antes. El axioma de la incertidumbre tiene muchos teclados, guitarras, en Ableton solo hice la parte rítmica, la batería, lo demás es interpretado. He agarrado nuevamente la guitarra acústica. Lo que estoy pensando es que, el nuevo disco se va a basar en melodías de guitarra acústica, melodías estructuradas, y con eso tengo que armar todo. Mi idea es que sea orgánico. Voy a trabajar como si fuera una banda, pero yo solo. 

(…) Creo que es necesario seguir el ritmo de un trabajo al año. Es un reto personal. En Europa o en Estados Unidos, el artista se debe a su público, porque vive de eso. En cambio, acá no. En Perú, un artista, y más si es experimental, sale perdiendo. Te la juegas. Obviamente hay música más accesible que otras, hay gente que sí puede ganar buen dinero en concierto, enhorabuena por eso. Pero si uno es más radical, tiene el compromiso con uno mismo, con lo que sabes que puedes dar al resto. Siempre estoy cuestionando mi propio trabajo. Después de hacer un disco, a las dos semanas ya no me gusta, por eso ya no lo promociono. 

La disciplina caracteriza a tu proceso artístico, por la regularidad en la publicación de tus producciones, ¿crees que esa disciplina te va a seguir sosteniendo en estos años?

Hay una frase de André Bretón, algo así como que su único propósito es abarcar demasiado. No se trata de llegar a un lugar, sino de la búsqueda. Si llegas al objetivo, quiere decir que ya te estancaste. De repente no llegas a estar satisfecho, pero vas dejando cosas en el camino que otros pueden apreciar más que uno mismo. (…) Cada vez estoy siendo más huraño, dedicándome exclusivamente a mi trabajo y al cuidado de mis padres. Es muy posible que pierda amistades, cosas que me hacen feliz. Pero cada uno tiene su camino. Corres el peligro de que te consuma ese camino. De acá a unos años, seguiré igual de misio y creando (risas). Uno de mis héroes musicales es Elliot Smith, un genio total, debería tener una fama inmensa pero no la tiene. Él hacía de todo, por ejemplo en su disco XO. Con una amiga, que cantó en mi tema “No nos rendimos, me decías”, hablábamos de Elliot Smith, ella lo ve triste. Le decía que hay música para divertirse, pero también para ese día en el que estás mal de verdad, cuando te sientes solo en el universo. Elliot Smith te hace sentir acompañado, que tienes un amigo. Yo no sé por qué dicen que es depresivo, si cuando lo escucho me siento menos solo. Hace años lo conocí por un artículo del novelista Diego Trelles, que en ese tiempo escribía en la revista Caleta (o Freak Out, no recuerdo). Fue genial. Lo leí y me mandó a escucharlo. 

Siento que debo hacer algo más melódico, para no aburrirme de lo que hago, algo más trabajado estructuralmente, sin perder la ambientación que es la base de El Otro Infinito. Una de las cosas más hermosas que me han dicho fue cuando toqué en Villa El Salvador, con bandas de rock y Sintonía Muerta (de Gabriel, que tiene también el proyecto electrónico Necrosante, es empiladazo, camarada de nueva generación). En ese concierto decidí no llevar laptop porque era un concierto con instrumentos, más orgánico. Trato de tocar algo que se adecúe al ambiente, no llevo el mismo set a todos lados, cambia de acuerdo al local, lo que quiere comunicar el evento. Aquella vez llevé mi teclado Casiotone, un looper, un sintetizador de bajos TD 303 Behringer, y un delay. Me acuerdo que me acomodé y la gente se colocó alrededor, yo no los conocía. Había un metalero que miraba perplejo. Comenzó a volar increíble, tanto que se quiso subir a la batería (estaba medio borracho) y en un momento me dijo que parecía el soundtrack de una marioneta de hilos que se va levantando poco a poco. Qué genial. Me quedé baboso. Él encontró un mundo ahí. De eso se trata El Otro Infinito, más allá de lo que haga con el instrumento que utilice, tiene que generar eso.


Uno a veces se topa con esas escenas. Un amigo contó un comentario, que vió en Internet, sobre “To here knows when” de My Bloody Valentine. El comentario describía el sonido de la canción como “una sirena cayendo en un agujero negro”

Asu… Sí. Hay diferentes visiones, una esencia. 

Hay una esencia que se enuncia con el talento al escribir y al escuchar, que pueden estar unidos. Esa expresión cobra importancia por la palabra, pero hay cierto divorcio entre cómo ve la prensa a los músicos y cómo ven los músicos a la prensa, siempre hay una distancia
Ahí entra el ego. John Pereyra [crítico musical que colabora con Espacio Sonido] es objetivo, un montón de gente lo ha bloqueado (risas). Si te sucede eso, es que estás haciendo bien tu chamba. Jugar con la posibilidad de perder un amigo, como la de aceptar una crítica. Yo nunca pedí una reseña, pero han sido muy bondadosas conmigo. Al final, El Otro Infinito es mi locura, no tendría por qué escuchar a nadie. Cuando termine ese día igual voy a dormir, amanecer misio (risas). El Otro Infinito me dio espíritu, la posibilidad de ofrecer algo al mundo. El arte es vencer a la muerte. Una de las cosas más maravillosas, por las que agradecí estar vivo en ese momento, es cuando murió David Bowie. Es de lo más increíble de la historia. Bowie publica el disco Blackstar, y ese mismo día muere. Estuvo con cáncer, no se lo dijo a nadie. Ya le venía la parca, y él decide: 1) ser digno, nadie tiene por qué enterarse de eso, 2) con lo que me queda, voy a hacer lo que sé que le dará algo a alguien. Ya iba a morir, podría haber pasado sus últimos días haciendo otra cosa, pero decidió sacarse el ancho porque sabía que iba a poner algo en este mundo. Qué amor hacia dar.

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