Entrevista por César Zevallos
Esa noche de octubre, Dafne Castañeda y Les replicants emitieron su esplendor en lo alto de un edificio, en el centro de Lima. Ahí lo vi por primera vez, abstraído en vinilos, fanzines, discos, fotografías.
Sabía de la estampa de su personalidad ácida, gestada (en metamorfosis) con su copiosa e incesante producción de música electrónica experimental, influenciado harto por el IDM, post rock, psicodelia y demás vertientes de la música más espacial y abstracta. Había disfrutado el compilatorio post rock/shoegaze Crisálida Sónica, en la que Wilder formaba parte con Avalonia y Fractal. Y, por supuesto, no me perdía sus publicaciones random en Facebook.
Me pareció un tipo honesto que libra su propia batalla contra… todo. O, por lo menos, todo lo que huele mal en la cultura contemporánea.
(Escribo esto mientras oigo su disco I Was A Teenage Post-Rocker, “El etéreo” es 27 minutos de psicolocura/lisérgica. Al rato, paso a Invierno Peruano 3008, su único track de 38 minutos es, creo, lo más demente que he escuchado de él, desvaría a ritmo de free jazz, tribal y drone. Y finalizo absorto con “Submarino” del álbum Perdido, su más reciente producción).
Las inquietudes de Wilder no se acaban en la creación musical. Tiene una faceta de gestor al dirigir el sello Superspace Records, que va por su lanzamiento número 133 y tiene material más que interesante. Y es un periodista que nutre constantamente el blog Perú Avantgarde, donde aúna la reflexión interdisciplinaria y la crítica musical de proyectos no convencionales y alejados de las mass media.
Intercambiamos opiniones en varias oportunidades y coincidimos en persistir con el periodismo musical, que no nos rinde ninguna remuneración económica y, más bien, provoca resistencias y desencuentros con algunos artistas.
Sin importar la opiniones que desmerecen nuestro trabajo, le extiendo un breve cuestionario a un referente de la melomanía sempiterna que predicamos en Lima, ciudad del caos y el ruido. Estas son sus respuestas.
—¿Cuáles fueron tus primeros acercamientos con la música? ¿Qué episodios entrañables recuerdas?
Antes que nada, quiero agradecerte por el espacio y la entrevista y, sobre todo, por persistir con mantener activa una página dedicada a música distinta y/o afines.
En casa de pequeño crecí escuchando el pop de la radio, Baltimora, David Bowie, Culture Club, Michael Jackson, todo lo que era popular y masivo en ese entonces, pero también huaynos de la sierra que eran de la predilección de mi padre y solía escuchar en reuniones familiares e incluso tenía una colección de vinilos y 45 rpms.
En la radio pasaban harta música y era normal escuchar Erasure mientras ibas en el micro o colectivo o The Cure, 2 Unlimited, Soup Dragons o Indochine. Tuve un hermano mayor también, que luego se fue decantando hacia la onda siniestra. Él me presentó temas de grupos como Sigue Sigue Sputnik, Fiction Factory, OMD, Kraftwerk, etc.
—¿Qué hay en el sonido que no encuentras en otro lado?
Felicidad, plenitud, momentos de placer y gozo e incluso, gracias al contacto con cierta música, y una sensibilidad acorde, he tenido visiones y vuelos astrales hace varios años, cuando tenía 17, y del mundo no sabía ni papa.
—En tu penúltimo disco, Volador, haces un viraje inesperado hacia sonidos calmos, con tintes art pop, ¿a qué atribuyes este cambio?
En mi discografía existe, desde los 90 incluso, la presencia de un pop ciertamente sutil y subterráneo, por llamarlo de alguna manera, que al emparentarse con las construcciones que armo devienen en ello, en art pop o avant rock o no sé qué otra etiqueta exista para nombrarlo. Cf: “Niña Flor” de Avalonia, un tema que nunca llegamos a grabar propiamente en estudio, pero que sí ha quedado registrado en la sesión de radio de 1996 para el programa de Helene Ramos, “2001”, y que pueden escuchar aquí. Otras canciones en esa vena serían: “Ilumíname” y “Soy Túyo Señor” del cassette de Fractal (1998), “Súpermenta” del Lima Norte Metamúsica (2014) o “Scala” del Scala Mega Hertz (2016).
De forma que es una filiación que siempre ha estado ahí. El 2009 incluso hice una versión solista de “Niña Flor” el cual está en Soundcloud aquí. Quizás lo del art pop haya fluido un tanto más ahora porque he estado también revisitando canciones de la radio de los 80 y 90 que hace mucho no audicionaba, cortesía de Spotify, cosas bien pop como “Vuela vuela” de Magneto, Twisted Sister, Midnight Oil, Los Violadores, JAS, Nelson, Figures On A Beach… Algunas no las había escuchado desde hace literalmente 30 años.
—Hákim de Merv, en una reseña a tu disco compilatorio When the music is hotter than girls I am the kosmos, califica tu música como “digitalismo aislacionista”, he escuchado tus discos y no puedo estar más de acuerdo, ¿qué estímulos tocan tus fibras al momento de crear?
He de recalcar que el disco que mencionas es un compilado por los 100 lanzamientos de mi sello, Superspace Records, en donde vienen algunos tracks de proyectos míos pero principalmente temas de varios otros autores, son 40 piezas y es un disco compilado de autores varios. Creo que todo te influencia o estimula, desde algún escupitajo que puedo haber recibido en la calle, a mi propio barrio, la ciudad, los libros, los discos, la salud mental o física, etc. A veces también me doy cuenta, y es algo que me sucede varias veces, que cuando escucho mis composiciones y las encuentro todas desquiciadas, irreales y lujuriosamente sónicas me tranquilizo harto, me da paz y me hace sonreír; eso, de ley, que es algo que abona en mi decisión acerca de cómo abordar la composición o qué sonidos incluir o no en mis trabajos. Es decir, mientras más loco o desconcertante, weirdo y alucinado suene, mucho mejor, “venga para acá”. Por eso, por ejemplo, paso de varias modas, desde la moda de ponerle harto reverb a todo a la de usar Ableton Live y tantas otras. Como digo, “más allá de las moscas del mercado”.
—El director de orquesta y musicólogo Michael Tippett afirma que “las obras de arte son imágenes. Estas imágenes están basadas en las aprehensiones del mundo interior de los sentimientos”, los cuales contienen “emociones, intuiciones, juicios y valores”, ¿qué habita en tu mundo interior?
Pues esas emociones, intuiciones y cosmos que habita en mi interior o en mi mundo, vendrían a estar relacionadas con el éter, la belleza y también aquello que decía Hákim, el aislacionismo/isolationism. Siendo una persona evidentemente introvertida, no disfruto mucho el formar parte o de las situaciones en las que uno se convierte en hombre-masa. Para ponerlo con un ejemplo, en los 90, en la época de Crisálida Sónica, varios alucinábamos con lo hermoso, proyectado y distinto que eran los sonidos y bandas que escuchábamos y éramos, sin embargo, al mismo tiempo, reflexionábamos “¿en qué estaremos de acá en 20 años?”. Teníamos bien claro eso de no estancarse e ir siempre más allá de cualquier frontera o límite. Hacer shoegaze ahora 30 años después es anacrónico, retrómano, gentrificado, etc. Dicho esto, hay para todos, si existe público para músicas tribales, del siglo XVIII y más ¿por qué no para el añejo rock and roll o el shoegaze? Por la plata baila el mono.
—En varias de tus canciones, incluso en la portada de tu disco I Was A Teenage Post-Rocker, haces referencia a alimentos andinos distintivos del Perú, ¿sería apresurado armar una relación entre la comida que gustas y la música que haces? ¿Por qué evidencias esa fijación?
Ese elemento se puede abordar desde varias aristas:
– Es un guiño al arte pop de artistas o bandas que admiro. Si Can pone una lata de okra o ñajú en uno de sus discos o Velvet un plátano en su debut, no creo que debiera causar sorpresa que uno, como artista o músico de avanzada, haga lo propio con un tubérculo andino/serrano al lado de un queso ídem.
– Tiene que ver también con lo que uno ve, desde hace años, en las redes: gente de pueblo, influencers y adictos a lo fashion pagando 15 soles ó más para tomarse fotos con un vaso de Starbucks, igual a futbolistas profesionales invirtiendo sus millones en tener 300 pares de zapatillas, trajes o tragos, etc. Hay demasiada estupidez en todo lado y te meten esas ideas por todos los orificios. De seguro que los defensores del sistema argüirán que cada quien es libre de escoger estupidizarse o envilecerse como le venga en gana, pues, en ese caso yo uso mi libertad de decir “NO” y sentar una postura en contra también.
– En una pregunta anterior te decía que todo es una influencia. Tu ciudad, los escupitajos que uno ha recibido y, claro, la energía de la que uno se alimenta espiritual y materialmente. Yo he crecido desde niño alimentado con comida serrana: quinua, mashka, olluco, cancha, mote, charqui, cuyes, chocho, etc. Mi madre estudió biología en la Universidad San Marcos y si bien no ejerció sino que se dedicó a enseñar ciencias en la secundaria de algunos colegios de mi área, sí tenía un conocimiento acerca de qué alimentos nos debía dar, mucho antes de que existiera Gastón Acurio, la marca Perú y se pusiera en boga este asunto de la gastronomía perucha que vino a elevar los precios y a hacer que hasta los criollos crudos probasen o le pierdan el asco a la comida serrana o proletaria, platos como el hígado frito, la chanfainita, el choclo con queso, etc . Mi preferido sigue siendo, de lejos, la pachamanca.
—Tienes una crítica ácida y sin tapujos hacia la industria artística del establishment, ¿podrías enumerar las razones que te han empujado hacia la contracultura?
Se trata simplemente de no tolerar el cinismo, hipocresía y falta de escrúpulos que caracteriza al común de las personas o ciudadanos en el planeta. Algunos se justifican a sí mismos diciendo “¡déjate de moralinas!”, pero esos mismos seres luego los ves tomándose fotos y asistiendo a los plantones antifujimoristas y demás. ¡Que se dejen de moralinas de verdad, para tal caso! Igual, como he apuntado varias veces en mi blog y en entrevistas a colegas del cono, ellos, los fachos, felipillos y vendidos son mayoría y quizás al final terminen imponiendo su establishment. Ello no me quita la libertad de disentir y mandarlos a la…
—¿Cuántas manos hace falta para que la escena musical independiente cobre más fuerza y tenga, incluso, una incidencia política en el orden actual de las cosas?
Ello es algo ilusorio en nuestro país que a la justas tiene una raquítica industria librera. La industria musical acá es nula, como le comentaba al periodista de Bandcamp cuando publicaron su artículo por los 25 años de Crisálida Sónica. Más allá de los Faraon Love Shady, Gianmarcos y demás, que son productos plásticos tal cual artículos de maquillaje o guardarropa, para que exista una industria de la música habría que cambiar varios asuntos de raíz. Para empezar la paupérrima educación y el rol de los medios, interesados solo en difundir productos estupidizantes como Sábados con Andrés, El Reventonazo de la Chola, Esto Es Guerra, lo que en el ámbito de las redes sociales tiene sus replicantes. Un peruano promedio, si logra alcanzar un poco de confort en la vida, en lo que menos piensa es en espiritualizarse/elevarse o cultivarse. Debido a toda esta contaminación en su mente solo cabe el mundo de la selección peruana de fútbol, las mujeres, la ropa cara, la pachanga, las caretas. Tal cual pasó en Chimbote durante el auge de la industria de la anchoveta, por ese entonces, años 60, los pescadores llegaron a tener más dinero del que jamás pensaron en sus vidas, y lo gastaban ahí mismo en vicios, prostitutas, tragos, prendían cigarros con billetes gruesos, etc. Los que manejan el sistema se encargan de que la rueda gire así sempiternamente. Luego en época de huelgas o baja producción, los veías pidiendo fiado en el mercado o hasta a las prostitutas. A esto hay que añadir que la vulgaridad, la corrupción es transversal. La clase dominante prefiere robar, coimear, saltarse la ley con leguleyadas y meterse millones al bolsillo todos los días a que su propio país tenga un equipamiento, no digamos competitivo o de avanzada, sino que al menos no genere pena. La infraestructura del Perú es, entre tantas cosas, un tema que lo vivimos todos los días cuando transitamos y nos movemos por la ciudad o cuando usamos los servicios públicos, por lo cual a cualquiera debiera moverle el piso, darle un remezón y rebelarle.
De acá en unos siglos o décadas quizá logre corregirse todo esto, con educación, distribución justa de la riqueza para todes, etc; mientras tanto queda seguir apostando por la utopía, eso no no los quita nada ni nadie. O, dicho de otro modo, no en vano murieron/existieron Guamán Poma de Ayala, Túpac Amaru, Micaela Bastidas, Simón Bolívar, Rosa Luxemburgo, José Carlos Mariátegui, Manuel González Prada, José María Arguedas, Oswaldo Reynoso…
—¿Qué entiendes por innovación en la música?
Transgresión. Destruir o pasar de largo de los parámetros, conceptos y formas convencionales y aceptadas. Precisamente por ello creo que hacer shoegaze hoy, una estética que hace tiempo ha sido fagocitada por los mass media y la industria del entretenimiento, ha devenido en retromanía. No así con otras innovaciones de los año 90, la última era de vanguardia fulminante, como la computer music no docta o el IDM, tal cual podemos percibir en especímenes tipo Arca o Sophie, cuyo sonido es una derivación de los discursos sónicos de gente como Aphex Twin, Otto Von Schirach, Sweet Trip, etc. Y ni qué decir del vaporwave y chillwave, que recrean/matizan estéticas más antiguas aún.
—Tus discos Rojo y Patrocinado por el gobierno fueron beneficiados económicamente por el Estado peruano, ¿cómo interpretas estos logros?
La verdad hasta ahora no me lo creo. Me dieron 7500 soles para equipos y con el compromiso de publicar esos dos álbumes. Tal suma es más de lo que he conseguido en mi vida entera dedicada a la música, habiendo editado discos bajo el rótulo de Terrorista! o líricas como las de “Música Anticorrupción” o “¡Me llegas al pincho!”. Si bien me es difícil de creer igual soy consciente de que una golondrina no hace verano. No estoy seguro siquiera si será un signo de cambio o si pensarlo sería puerilmente ingenuo. El tiempo hablará. Leí que los dueños de Warp Records recibieron también un apoyo del gobierno británico para iniciar su disquera, hace más de 30 años. Hay mucho por arar y batallar en nuestro entorno, por ello mismo, hay que seguir.
—¿Qué influencia tiene Los Olivos, tu barrio, en la música que haces?
Desde que dejé la universidad, allá por el 2010, vivo enclaustrado acá en Lima Norte, Los Olivos, y por fuerza debe tener una influencia consciente e inconsciente. Hace unos 3 o 4 años, alquilaba el tercer piso de mi casa y una de las familias que cayeron fue un matrimonio relativamente joven, con hijos pequeños y una hija de 18 años reggaetonera. Sufrir la visita de sus amigos, las bullas y encerronas que hacía con sus amistades con trago y cigarros y reggaetón fue demasiado. Fue en ese entonces que hice la canción “¡Me llegas al pincho!” cuya lírica dice: “Hey, wachiturro, alienado, ignorante, me llegas al pincho…” Además por ese entonces tuve un encontrón con uno de tantos reggaetoneros de la zona, camino al mercado, el tipo empezó a silbarme porque parece que me vio demasiado acicalado o hermoso, yo solo me había mojado el cabello, casi nos vamos a las manos sino es porque me contuve. También hay cosas bacanes como los cerros que están por todos lados por acá, cierta aura que uno encuentra en los conos o suburbios de Lima, donde la presencia de migrantes y costumbres de provincia es palpable. Eso también es una influencia. Como decía un colega: “es distinto caminar por la Panamericana Norte que por la [avenida] Javier Prado”. Y en los 80 y 90, años en los que me formé, lo era aún más.
—¿Imaginas un feat entre música y literatura o entre música y filosofía? Quiero decir, crear piezas artísticas que aúnen la música con otras expresiones intelectuales de grueso calibre, no sé me ocurre qué, pero te lanzo el pase para ver qué jugada sale…
Ya lo hice en mi canción “La Nueva Atlántida”, incluida en Terrorista! (2019). Allí pinto con sonoridades electrónicas un párrafo de la obra La Nueva Atlántida (1627) de Francis Bacon, donde el prócer filósofo inglés proyecta/describe una música como la que se hace hoy, con efectos, modulaciones y fantasías, pero en el siglo XVII. Pueden escuchar el tema aquí.
—¿Podrías hacer un listado de los diez álbumes que más aprecias?
Que sean 20 y me quedaré corto, y varios se me olvidarán:
– Sea Biscuit (1994) de Spacetime Continuum.
– For all the fucked up children (1995) de Spacemen 3.
– Tenjira (1996) de Flowchart.
– Spectrum (1990) de Sonic Boom.
– E.Muss (1998) de Evamuss.
– Loveless (1991) de My Bloody Valentine.
– El centro del vacío (2014) de Bosques.
– Very well organized (1996) de Füxa.
– Succour (1995) de Seefeel.
– I care because you do (1995) de Aphex Twin.
– Motion Pool (1994) de Main.
– Lazer guided melodies (1992) de Spiritualized.
– Narcotic beats (1998) de Accelera Deck.
– Nearfield (1994) de Closedown.
– Clearskin (1994) de Insides.
– Supermeng (2012) de Otto Von Schirach.
– Chiastic Slide (1997) de Autechre.
– s/t (1968) de Silver Apples.
– Eyedazzler (1996) de Alison’s Halo.
– Free-D (1994) de The Ecstasy of St. Theresa.
– Parastrophics (2012) de Mouse on Mars.
– Caste (2000) de Dual.
Creo que salieron más… Gracias por la entrevista, César. Saludos desde el cono norte.
La foto de portada muestra a Wilder en un concierto en WORM Rotterdam, Holanda.
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