Una voz mece entre el ruido y las hojas

Quienes disfrutan la tristeza, saben que tiene un encanto siniestro. No se trata de una afición al derrotismo, eso limita la voluntad y perspectiva. Hay algo más interesante en la tristeza: su belleza se revela como el llanto de una sirena. Es algo profundo que no sé explicar. Vi esa belleza en mi habitación, aquel verano de 2014, al descubrir la música de Octavia de Cádiz. Así se lo confesé en la primera parte de esta entrevista. Era un joven universitario con pocas esperanzas y con los primeros síntomas de una depresión que sigue acechando. Pero no estaba solo, ahí estaban sus canciones. Podía descorazar mi alma, sentirme bien estando dañado, desconfiar de mis creencias. Una década después, puedo oírla. Una voz mece delicadamente entre el ruido de una noche cálida y las hojas del bosque donde estamos sentados. La escucho, me ayuda a con algunas inquietudes y confidencias.

Entrevista con Octavia de Cádiz (segunda parte)

—Hay varias formas de apreciar la música. Una de ellas es cuando las letras tienen una importancia muy grande, como en tu música. Se puede apreciar ahondando en la historia del artista, analizar lo que ha vivido para escribir algo así. También está el otro lado, el de la recepción. En qué medida eso que escucho genera un sentido. Probablemente ese sea el motivo por el cual las personas te han escrito. Es como tú dices, hay mucho misterio alrededor de tu música y también has cosechado un nicho de seguidores muy específicos. Sé que hablan de ti como un artista independiente del indie limeño, cosas así. ¿Cómo te sientes cuando se habla de ti de esa manera?

—Es raro… Al inicio era gente que podía identificar. Alguna vez me escribió la Negra Valencia, Jimena de Dan Dan Dero; fue muy al inicio de Octavia. Ha pasado el tiempo y han llegado a mi música gente que ya no sé quiénes son. Lo único que sé es que es gente de 22, 23 años. Eso siempre me pareció rarísimo. Cómo es que mi música… todavía puede significar algo para esta gente que está tan alejada de mí. No sé. Alguna vez me han catalogado como (odio el término) “artista de culto”. Brunella, que tiene un blog, me hizo una pregunta así.

—Leí la entrevista. Fue hace poco.

—Es la primera entrevista que hice.

—Claro, recuerdo esa etiqueta.

—Ella me pregunta sobre qué opino que me digan artista de culto. A mí me da demasiada vergüenza. Cómo he terminado en esa categoría. No tengo idea cómo responder. Lo único que siento que pueda ser es que [audio ininteligible] y nada más. No es por menospreciar mi música pero… Bueno, a mí sí me gusta porque es mi proyecto, le tengo demasiado cariño. Pero no es que sea algo demasiado … no lo sé.

—Sientes que para hablar de música en términos mayores, ¿deben ser melodías más complejas?

—Sí… No sé por qué asocio “de culto” con, por ejemplo, Nick Drake o Elliot Smith. Pero yo, que toco tres notas… Hay muchas canciones que ya no las puedo volver a tocar porque perdí el rastro de las notas. No me las sé. Son canciones perdidas para siempre. 

—Y en tu proceso de composición, ¿en qué momento te das cuenta que es una canción publicable?

—Lo que suelo hacer es, primero, tocar mi guitarra, mis canciones de siempre, las que me acuerdo. De pronto, toco algo distinto, empiezo a tararear o cantar algo. Hay muchas letras que son improvisadas. Ahí es cuando agarro mi celular, el grabador del iPhone, y me pongo a grabar lo que salga. Toco, toco, toco, toco. Y me doy cuenta que es una cosa horrorosa, voy a dejar de tocar y guardar mi guitarra para siempre —. Reímos despacio, brevemente, como en complicidad— Pasan los días y semanas, y me acuerdo que había grabado. Lo escucho y me doy cuenta que es bien chévere. Cojo ese pedazo, lo meto al Garage Band; si siento que necesita algo más, le meto una voz o una guitarra, nada muy complejo. Y ya está. Ese para mí es el proceso más orgánico y natural de componer. Luego está el caso de que estoy tocando, y en lugar de cantar algo, simplemente tarareo. Y lo dejo ahí. Luego escribo (todos los días escribo, lo que sea), vuelvo a escuchar esta melodía y empiezo a hacer la chamba más normal de composición de una canción, que es lo que se me hace más difícil [audio ininteligible]. Logro encajar cositas. Así van saliendo las canciones. Mi forma favorita es cuando sale simplemente.

—Claro, ¿tu música la compartes con amigos u otras personas para que te de una opinión?

—Con mis hermanos. 

—¿Tu familia también tiene un vínculo con la música?

—Mi gran referente musical es mi hermano. Él también compone, tiene una banda. Lo he visto componer desde que era muy chica. Él fue mi referente de alguien que compone, que toca sus propias canciones. Siempre que hago algo, se lo hago escuchar a él. Él también hace lo mismo conmigo. Pero no es que me diga “tienes que hacer esto”. Al final, lo que me gusta de Octavia es que soy solamente yo, tengo toda la libertad de hacer lo que me da la gana. Si alguien me dice “acá tienes para meter un solo de tres minutos”, no lo voy a hacer. Sigo mi propio instinto, lo que siento que funciona. Y, aparte, no me saldría un solo de tres minutos. Es bien simple.

—¿Has pensado en la fuerza femenina que hay en tus canciones?

—¿Hay?

—Yo creo que sí. Si entendemos por femenino la voz dulce, esta expresión descarnada, abrirte… Pienso en otras artistas que, con guitarra en mano, hacen música. La fuerza femenina que hay detrás. Considerando que ser hombre y ser mujer es completamente diferente. ¿Habías pensado en esa idea?

—Wao. No lo sé. Porque ni siquiera tengo la fuerza suficiente para pararme en un escenario. Tendría que saber a qué te refieres con fuerza… Es decir, está esa parte de desnudarme con mis letras, pero a la vez, es como quien insulta detrás de una computadora. Estoy cubierta, nadie me ve. No sé si lo relaciono con una fuerza femenina. De repente es tristeza… No lo sé. Es una pregunta rara, no sé cómo responder. Recuerdo un pedacito de la entrevista que le hicieron a Dafne, ella es… otra cosa. Gigante. Compleja. Tiene muchas cosas que decir. Nunca la he podido ver en vivo, siempre he querido. Tiene una voz hermosa. Si hablamos de fuerza femenina, pienso en ella. No pienso en Octavia. Octavia todavía es un work in progress.

—Un work in progress…

—Que no llegará a ningún lado.

—¿Tienes material por publicar?

—Siempre tengo canciones. Hice dos canciones más… Aunque el otro día hablaba con mi hermano y le enseñé un proyecto llamado Floris, una chica que toca guitarra eléctrica con un feeling bien Octavia. Él me decía que puede ser la evolución de Octavia. Porque si bien me gusta lo que hago, en mis cancioncitas, en mi cuarto, en mis tres notas… Sí, por qué no probar algo nuevo sin que sea algo demasiado complejo. 

—¿Qué piensas de los artistas que buscan una plataforma o un conjunto de personas que, a la par que trabajan su arte, los ayudan con el management, la mención en medios de comunicación?

—Me parece bravazo. Lo que pasa es que yo no pertenezco a la industria musical, por decisión propia. Para mí, Octavia no es lo principal que hago. Yo más bien estoy en otro lado, en eso sí me interesa desarrollarme, ser parte de su industria. Pero lo veo en la banda de mi hermano. Sufren bastante para conseguir conciertos, espacios. En general, la escena es rarísima. Lo que recuerdo con mucho cariño es la escena chikipunk. La escena con la que yo crecí. Era una escena más unida. Lo que siento ahora es que va una banda, toca y se va. No hay unidad, ganas de formar una comunidad, eso de que todos nos apoyamos entre todos. En la época del chikipunk era todo más chévere.

—Aún así, la música que has hecho, a pesar de que tenga un papel secundario en tu vida, te ha dado personas para querer. 

—Sí, muchas…— Se toma un prolongado silencio para proseguir, pero no lo hace. Tal vez se quedó recordando a esas personas.

—¿Cómo te relacionas con Lima?

—Siento que se mantiene como una ciudad terrorífica. Al final, así haya pasado una pandemia, un montón de cosas, todos siguen siendo una mierda. Incluyéndome, obviamente. Muchas veces, mi habitación es mi espacio sagrado. Mi espacio de creación, de hacer mis cosas sin que nadie me juzgue. Escribir, hacer música, sentirme triste. Es un espacio seguro, pero por momentos se convierte en una cueva de la que también es necesario salir y enfrentarte a esto. Y como yo tengo ansiedad social, cuando empezó la pandemia y parecía que no iba a ser tan pendeja, estaba súper feliz. Tenía que estar en mi casa, era increíble. En la época de las mascarillas, también era feliz. Tenía media cara cubierta. Podía ser libre y caminar en la calle sin que nadie me reconociera. Tampoco es que soy muy reconocida, pero la ansiedad social te hace pensar cosas. Ahora me escondo en mis lentes oscuros, pero ya se va a acabar el verano. Toca enfrentarme a salir así. Lima es rara. 

—Estos últimos meses han acontecido manifestaciones políticas. Toda esa idea de nación, de ciudadanía, y por ende del cambio que se reclama desde varios espacios y masas de gente, ¿te hace creer en la posibilidad de un cambio colectivo? ¿O crees que el cambio es individual?

—Definitivamente, es colectivo. Obviamente parte de la individualidad, pero hacia lograr la colectividad. Existe el activismo del día a día. Cada decisión que tomamos, es una decisión política. Cruzar cuando el semáforo está en verde. No botar basura en la calle. Son pequeñas acciones políticas. Lo pienso mucho, específicamente como Octavia. Como persona, tengo una postura un poco más clara, soy más abierta con las cosas que pienso, con mi colectivo también lo hago. Pero con Octavia me da cierto temor, todavía no sé cómo manejarlo. A veces veo a La Lá, constantemente haciendo activismo. Me parece genial. Es una persona muy inteligente, además. Sabe argumentar muy bien su posición. Como Octavia me siento muy chiquita, todavía estoy desarrollando mis ideas. No sé cómo transmitir mi sentir. Recuerdo que hablaba con una amiga, que trabaja en el mundo del management musical, y nos quejábamos de por qué las bandas de ahora no tocan temas más políticos. A nadie le importa nada. Y pensé que yo tengo un proyecto de música y no hago nada… No sé si es parte del privilegio de Octavia. A nivel de Octavia, no hay una urgencia. Estoy dándole vueltas.

—¿Aún no tienes una postura definida como Octavia?

—Sí. A nivel personal tengo una postura política. Pero, como la política es tan incierta en el país, siento que va mutando día a día. Dentro del feminismo (me he considerado feminista durante muchos años), se trata de cuestionar tu propio feminismo. Estoy perdida. Quiero hacer algo pero no sé cómo. Me acuerdo de las épocas de las marchas, quería hacer algo a través de las redes de Octavia, pero no sabía qué. Lo único que hice fue compartir, nada más. Tampoco me sale hacer canciones con letras contestatarias. Mis letras son muy simples, incluso me cuesta que sean así. Y como hablábamos de ser honesto, no quiero forzar a escribir algo que no lo tengo bien ordenado en la cabeza. A la vez me siento… no culpable, pero vacía en medio de todo lo que está pasando, como esas bandas que yo he criticado.

—Es complicado. ¿Cómo sostienes unos ideales y haces que no sean solamente un intento, que se queden en el espacio digital?

—A algunos amigues les decía que quería postear tal cosa. Alguien me dijo que me van a dejar de seguir algunas personas. No me importa que un porkylover me deje de escuchar. 

—De repente hay algunos por ahí…

—No sé, estarían escuchando a Pedro Suárez-Vértiz.

Me detengo a revisar mis anotaciones en busca de preguntas que en ese momento había olvidado. 

—Me he dado cuenta que tengo más anotaciones que preguntas. 

—¿Qué has anotado?

—En tus letras hay una lucha de opuestos. La ausencia, tu intención de desaparecer o alejarte; pero también hay presencia, el llamado que haces a los demás. 

—Eso me lo ha dicho mi psicóloga. 

—Otra lucha de opuestos: el ruido y el silencio. En ciertos momentos, hay visos de ruido: ladridos de perro, la sirena de la ambulancia…

—Los cláxones.

—Y hay mucho, mucho silencio. Eso es muy interesante. Es complicado jugar con el silencio. He notado que hay pocas bandas que saben usar el silencio. ¿Qué más anoté? La expresión y el anonimato. Esos opuestos están contenidos en un mismo espacio, están en un conflicto y un devenir sin fin… Incluso, tú anuncias todo esto. Tienes una canción donde dices algo y, al instante, te desdices, a cada rato.

—¿Qué decía? ¿Te acuerdas?

—No me acuerdo… Si busco, lo puedo encontrar.

—¿Es “no siento nada”?

—Creo que sí— Abro el Bandcamp. Busco, busco. Pero no logro encontrar la canción. No recuerdo su nombre. Entretanto, pienso que sería lindo oír juntos la canción que Octavia mencionó. Y la reproduzco por poco más de cuarenta segundos— No, no es esa.

—¿No es esa? ¿Más o menos cómo es la letra?

—Imagina que dices “A” y luego “no es A”. 

—Entonces es esa donde digo no me siento bien, no me siento bien, no me siento mal, no me siento mal, no siento nada. ¿Puede ser esa?

—Mmmm. No, no lo recuerdo. 

Algún tiempo después de esta entrevista, me doy cuenta que la canción se titula “como siempre”, de su EP No siento nada. Ahora puede entender mejor a qué me refería. 

—¿Qué otra canción podría ser?— De pronto, Octavia pone una de sus canciones, “todavía”. Mientras la oímos, seguimos con la entrevista, pero en la grabación no logro identificar lo que hablamos (al menos por un momento) porque la canción se oye fuerte; minutos después, confiesa algo que vio en Twitter—. Decía “ya quiero que sea invierno para escuchar mejor el último EP de Octavia de Cádiz”. Es un EP de días grises, de frío.

—Sigo pensando en que la “fuerza femenina” es lo que más me gusta de tu música. ¿Las personas que conoces y han escuchado tu música, te han dicho algo similar?

—Lo que pasa es que el tema del poder femenino, lo asocio a bandas de hardcore punk, a alguien como Kim Gordon. Admiro demasiado a la cantante del proyecto Whatever, Dad. Es la misma onda de guitarra y voz. Pienso en ella y nunca digo “esto es poder femenino”. Pero sí lo asocio con Adrianne Lenker, vocalista de Big Thief. Tiene un manejo de guitarra increíble, una voz preciosa, unas letras complejas. Estoy demasiado lejos de eso.

—¿Aspiras a llegar a algo así? 

—No.

—De repente no el estilo, pero sí el impacto. 

—Tengo un rollo con querer trascender. Ya sea con la música o con otras cosas que hago. Me gustaría ser un referente.  

—Hay una solista llamada Luminiscencia. Cuando la entrevisté, le pregunté si había escuchado a Octavia de Cádiz. Confesó que sí. Noté que había similitudes en la inflexión de la voz, el feeling. Ella comenta que tú las has influenciado. ¿Has escuchado a artistas que se inspiraron en ti?

—Conozco hace tiempo a Santa García. Hace poco coincidimos en casa de una amiga. En un concierto que dio, donde no pude estar, tocó un cover de Octavia, “extra”. Mis amigas lo grabaron y me lo enviaron. Conversé con ella y me dijo que mi música había sido de lo primero que escuchó y le impactó. En alguna entrevista a la banda Montaña Negra (de Lima, es mi proyecto favorito), le preguntaron qué música peruana le gusta y mencionó a Octavia de Cádiz. Gente capa ve algo en mí, en lo que hago… 

—Me gustaría leerte algo más, pero lo haré cuando lo tenga más ordenado.

—¿Por qué?

—He escrito mucho, tengo que editarlo. 

—Está bien.

Entrevista por César Zevallos
Fotografía (no es Octavia) por Sergei Sviridov

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