Entrevista: César Zevallos
“No creo en el purismo. Si hay gente que dice ‘esto no se debe hacer’, yo digo que sí se debe hacer, no me preocupa que pierda la esencia”.
Decir que Francisco de los Heros es un productor peruano de hip hop, es una verdad parcial, sostenible hasta cierta medida: desde el 2002, empezó a crear pistas de boom bap, ese género con el que agrupaciones como Wu-Tang Clan, Nas y A Tribe Called Quest marcaron con fuego a generaciones de jóvenes beatmakers a nivel mundial. “Eso fue cuando estaba en Lyrical Fam, era un colectivo de raperos de Santa Anita que hacían reggae y rap, yo cantaba y producía”. Esa fusión le fascinaba, “conseguía los cassettes de Shabba Ranks y Cutty Ranks”.

Si bien empezó a escuchar música en la época del eurodance y a los 11 años se interesó por el metal por influencia de sus primos, su completa disposición hacia la música —que se evidencia en el coleccionismo, un primer gran paso para estimular la creación— se origina cuando descubre su afinidad con el hip hop: “Un día, llegó a mi barrio en Chorrillos un amigo llamado Martín, hermano del futbolista ‘Chorri’ Palacios, y puso un cassette en su auto, ahí escuché por primera vez el scratching, era 1994 o 1995. Le pedí que me prestara el cassette, y hasta ahora lo tengo (…). Después de eso me convertí en coleccionista de cassettes de rap. En ese tiempo, no conocía a nadie que haga rap en Perú”.
Desde aquel momento, pasaron casi dos décadas para que geste uno de los mayores homenajes hechos en Perú al boom bap, bajo su álter ego Pounda y junto a su amigo y colega Nomodico: Monsters of Boom Bap, una producción en dos volúmenes que datan de 2019 y 2020, respectivamente, publicado por un sello ruso. Avezado, enérgico, surreal; Monsters… reactualiza el carácter animalesco del boom bap, donde incluye sonoridades más tropicales (la voz de Tego Calderón en “No lloró ni la mamá” es un ejemplo).
Aunque actualmente están en una pausa, Pounda & Nomodico es uno de los dúos peruanos de hip hop mejor posicionados a nivel local; un trabajo que, además del talento y su eficaz ánimo de experimentación, se debe a su mánager, quien los apoya para que sean mencionados en medios de comunicación (ojo, ningún artículo de este medio está patrocinado).
Incluso con esa gestión que muchos artistas no pueden costear, “el beatmaker, a nivel de medios, es infravalorado”. Los aficionados por lo instrumental (quienes creemos que tienen más valor y libertad que las voces) somos pocos. “Hemos tenido bastante atención de medios. Y de esos medios, nunca he visto uno que haya apoyado a un beatmaker”. Coincido con él en que el mérito debe ser 50/50 entre quien produce el beat y quien escribe las letras. Curiosamente, no pasa lo mismo con los que hacen beats en música electrónica, y Francisco hace bien en señalarlo: “En algún momento eso se tendrá que reivindicar”. Reivindicar, qué bonita palabra, puede ser una punta de lanza para conquistar nuevos oídos.
Con seguridad y desenfado, Francisco se considera un músico experimental, y no es una etiqueta antojadiza. Como Pounda & Nomodico, lanzaron en el 2016 PsicopaTrap, donde usa el trap como materia prima; en R.E.M., disco del 2017, es más ecléctico y ambicioso, los géneros parecen difuminar sus fronteras. De manera solitaria, como Pounda, tiene tres producciones que publicó en 2021: una pieza de trip hop/synthwave de sutiles envolturas llamada Fireflies (hasta el momento, mi favorita), una de boom bap, pero de corte más ambiental y plácido, titulada Pantone Pink Eyes y una de glitch hop/ambient noise, Abstract, la más ruda y abrupta de las tres. De hecho, uno de sus referentes es Flying Lotus (un músico afroamericano que hace música electrónica experimental junto a otros géneros híbridos), fue a ver su espectáculo en el concierto de Radiohead en Lima, en el 2018 . Francisco es un beatmaker inquieto, de exploraciones permanentes.

Una noche en que revisaba mi correo electrónico, encuentro que un remitente de nombre Vudufa me invitaba a conocer AfroAmbiance, con un kit de prensa y un link directo a Bandcamp. Por cosas del destino, coincidí con Francisco en unas capacitaciones virtuales para músicos y gestores, en el que todos registramos nuestro email. Ese mismo rato oí algo del disco (tribal y espacial a partes iguales, con guiños a la música afroperuana); lo detuve para disfrutarlo en otro momento porque no tenía tiempo, hasta este momento en que escribo la entrevista. Valió la pena.
Al ganar una comunidad de oyentes como Pounda & NoModico, Francisco toma la decisión de crear un proyecto con otro estilo, Vudufa, “para no mezclar a los públicos”. Emocionado por mi curiosidad, le menciono que en dos canciones de Vudufa, “Cajoneo y Sobeteo” y “Bambuta nsulu”, que son parte del disco PandemiKo que publicó en 2020, flirtea con el reggaetón. “Lo que hago en esas canciones es dembow”, me corrige.
Vudufa me pareció refrescante, pero Francisco no piensa lo mismo. “Lo que hace Vudufa puede ser novedoso acá, pero en otros países no porque tienen más productores que mezclan la electrónica con la música regional de su país, por ejemplo en Argentina, Colombia, Venezuela, México, entre otros. Acá eso no tiene mucha difusión. Nosotros solo tenemos a Dengue Dengue Dengue, QECHUABOi, Tribilin Sound, DJ Shushupe, Lukro, Orieta”. Preferimos a los inconformes.
Lo último que publicó como Vudufa fue en febrero de 2023, su canción “Kuankila” (un ejercicio para llevar el cajón peruano a territorio cósmico) apareció en un compilado del sello francés Chiguiro Records. El dinero recaudado de las ventas se destinó a las víctimas del terremoto que sufrieron Turquía y Siria.
Por lo demás, Francisco está concentrado en seguir expandiendo su prontuario, variopinto por naturaleza, y que, por si no quedó claro, escapa a las posibilidades del hip hop. De hecho, tiene entre manos un disco de g-funk/funk house, que espera publicar cuando termine la portada. En este punto, me pregunto sobre su disciplina como artista:
“Puedo hacer varios beats en un día, pero no los acabo. Cuando quiero trabajar uno, le doy bastantes vueltas: un día le pongo colores, lo separo por canales y lo escucho. Al siguiente día, hago el paneo: esto sonará por aquí, esto otro por allá. Puedo pasar una semana así para conseguir el sonido que quiero”. Después de un rato, me aclara que todos los días encuentra un momento, por lo general en la noche, para crear beats. Sumemos a este proceso el diseño de las portadas y la dirección de arte de sus videoclips, a cargo del mismo Pounda & también de Nomodico: “Pa Fuera” fue considerado el mejor videoclip peruano del 2018 en el Festival Transcinema.

El beatmaking tiene algunas taras, sinsabores que Francisco no duda en criticar. No se trata del dinero, ya que varios artistas logran vender sus pistas, sino “el reconocimiento de una canción con el beatmaker”. Lastimosamente, “en el hip hop, el beatmaking ha estado siempre en segundo plano”. Esperemos que esta entrevista sea un estímulo que germine una nueva sensibilidad respecto a los beats: esos ritmos internos que exteriorizamos con instrumentos, y nos transportan a dimensiones aparentemente desconocidas, pero que se tornan familiares cuando encontramos rastros afines a nuestro pensamiento, que lo inquietan y lo mueven en direcciones indeterminadas. Los beats, latidos del corazón. Los beats somos nosotros en una danza eterna. Para vivir. O morir.
“Me preocupa la automatización. El que te puedan vender beats a 5 dólares. Que hayan pistas prefabricadas”. ¿Crees que eso disminuye el esfuerzo por ser creativo?, le consulto. “Claro, cuando todos los beats suenan muy similares, se pierde la creatividad que te exige la carencia”.