Ilustración: Jariksa Caballero y Maudy Chirito
¿Cómo decir que algo es mejor? ¿Mejor para quién? ¿Mejor sobre la base de qué? ¿Por qué fijarnos únicamente en lo mejor? ¿No sería “mejor” olvidarnos un momento de esa etiqueta, que pretende una única ruta, entre los infinitos y ciegos senderos que posee la música? Hablemos entonces de lo que llamó nuestra atención, ya sea porque nos desagradó, porque nos fascinó, o simplemente porque nos prometió una posibilidad.
En contra de los ránkings de fin de año, y como preámbulo soft a la futura publicación “Los 27 silencios más rochosos del 2023”, lanzamos este anzuelo para que conozcan 27 discos peruanos, entre álbumes y EP’s, publicados en el 2022. Procuramos incluir la mayor variedad de estilos, de diferentes territorios, aunque claro, se puede fallar en el intento. El orden de aparición no se rige por el grado de importancia.
Qarqaria – Ayahuaira
Escribe Julio Hermoza
Mientras allá afuera el black metal se vuelve cada vez más sofisticado y ambicioso, aquí en el interior del país, exactamente en Huancayo, un cuarteto de nombre Ayahuaira decide apostar en su segundo disco por un sonido más bien crudo y visceral. Qarqaria —36 minutos, siete tracks propios y uno ajeno— no se vende como lo que no es. No oculta la sencillez de sus riffs guitarreros ni reviste de falso virtuosismo lo que evidentemente solo es intrepidez y desenfado musical. Antes bien, prefiere abrazar sus limitaciones técnicas y convertirlas en su rasgo esencial.
En este álbum de envidiable honestidad, la banda huancaína se aleja también de la actual tendencia de mezclar el black metal con géneros tan dispares como el shoegaze y el post-rock, y decide en cambio plegarse a la ortodoxia sónica de la etapa auroral del black metal. Aunque al hablar de ortodoxia sónica no nos referimos al sonido en sí mismo, sino al espíritu, al ethos que subyace en cada uno de los sonidos gestados por las primeras bandas blackmetaleras. Porque si lo pensamos con detenimiento, lo que Ayahuaira hace en este disco es precisamente revisitar el género y romper con todo tipo de ortodoxia. Si el black metal primigenio recurría a la simbología nórdica anticristiana, a los cultos paganos de la Europa premedieval, a la melancolía y desolación del invierno escandinavo, Qarqaria opta por hundir sus raíces en la geografía andina: en su historia reciente y no tan reciente (“Lucanamarca Masacre”, “Aynis”), en su tradición mitológica (“Qanpeq Taki Onkoy”, “Qarqaria”) y en su música (“Vientos del Sur”, la cual es una relectura en clave black metal de una canción de Los Jkarkas, icónica agrupación boliviana de música tradicional andina).
Melodía a Gianni Toti en dos partes – José Javier Castro
Escribe Erick Garay
Última publicación del lamentablemente desaparecido músico limeño José Javier Castro (1965-2022). Melodía a Gianni Toti en dos partes condensa en poco más de nueve minutos un amalgama sonora y sensitiva, que rápidamente gira de una calma extraespacial a punzantes angustias auscultadoras de demencia. Sonido solemne, industrial a veces, frío, como de un frío raro, de sueño. Exuda una desesperanza filtrada, entrevista en un ambiente fumoso y nunca quieto, que te lleva con pasos gigantes a oscuridades densas, entre una y otra luminiscencia llena de ambigüedad.
El diálogo que se establece con la figura de Gianni Toti (1924-2007) no resulta contingente. Recordemos que Castro colaboró con este poeta y cineasta italiano, considerado padre de la videopoesía por sus experimentaciones entre literatura, cine y el arte electrónico, llevadas a cabo desde los años ochenta. Parte de las visiones de Toti hicieron eco en Castro —cuya obra y aportes brillan por mérito propio, sin duda— y esta pieza doble parece recordárnoslo.
¿Y si me duele? EP – Octavia de Cádiz
Escribe César Zevallos
Que la música resulte tan amenazante como una espada que se blande entre cuerpos desnudos, extremados en caricias y dudas. Octavia de Cádiz, cantautora limeña que lleva más de diez años compartiendo canciones de una intimidad salvaje, vuelve a mostrar en ¿Y si me duele? EP que sus precipicios siguen forzándola a tomar decisiones complicadas, que se toma el amor con seriedad y que es capaz de huir hacia montes lejanos con su guitarra y su voz, inconfundibles a partir del momento en que dediques la madrugada a subir el volumen a sus anteriores producciones. Las de este EP son canciones que, además de mostrar que sigue escalando desde 2012 en la atmósfera minimalista lo fi que recuerda a Daniel Johnston, fueron escritas en 2017, 2019 y 2022; es decir, es una recopilación de su historia reciente como artista, composiciones existenciales (de una delicadeza extraña) que escarapelan la conciencia, como lo haría el llanto, la lluvia y los truenos. ¿Algún día la veremos en vivo?
Perdido – Wilder Gonzales Agreda
Escribe Luz Cáceres (Luxsie)
Perdido es un viaje hacia la psique acuosa, que bombea texturas en loop. Es una muestra de la oquedad de Wilder Gonzáles y su visión telúrica que tañe, año tras año, la escena de música experimental en Lima Norte. Te envuelve en una sensación de aterrizaje, que se interrumpe por la aparición constante de nuevas formas de vida que alteran nuestra supervivencia en la cosmic hollow, con filamentos alucinógenos te hacen despegar a la próxima quimera. Siento depresión y esperanza, y en el vaivén de esas emociones, me convierto en un ser invertebrado, fosilizado en el fondo del mar.
Chidísimo más – Ania Paz
Escribe Víctor Pérez
“Chido” es un término mejicano que se utiliza para referir lo que es bueno o agradable. Chidísimo sería su versión superlativa. El disco de la pianista peruana, Ania Paz, se titula Chidísimo más. Y aunque el origen del nombre, según relata, se debe a su deseo de plasmar las experiencias vividas en una gira por México allá en el 2019 (de ahí el “chidísimo”) y a la posterior colaboración de músicos de países tan disímiles como Alemania, México, USA y Perú durante el proceso de grabación (de ahí el “más”); uno encuentra en su escucha, precisamente esta sensación, el regocijo inexplicable de sentirse bien a pesar de. Escúchese por ejemplo “Los cirros” o “Gotas”. ¿No siente uno la necesidad de distenderse, salir a caminar y ver cómo luce la vida a través del puro sonido del saxofón? En efecto, ganó el jazz con la última producción de Ania, dotada de melodías identificables, mucha experimentación rítmica, y que tiene el mérito, además, de haber logrado sincronizar la sensibilidad de los músicos en grabaciones a distancia (producción virtual), para el género musical que probablemente exige mayor cercanía.
Del Cuarto Rojo – Manongo Mujica
Escribe Robert Villena
Percusiones cargadas de misticismo, vientos que van desde lo más blando hasta lo más rudo, cuerdas que son trabajadas con precisión, entre otros elementos, son parte de Del Cuarto Rojo. Todos estos ingredientes son mezclados con un tacto prístino que terminan generando un ambiente entre lo salvaje, lo calmo y el vacío.
Manongo Mujica trabajó en este material desde 2020 con el fin de representar y evocar la amistad. En el camino, el autor recorre diversos ritmos y géneros. Pasa por el jazz, lo clásico y hasta lo criollo. Cada uno de los tracks va acompañado de tanto en tanto de sonidos propios de la naturaleza, así como de herramientas psicodélicas. No se espera menos de Mujica, un músico con una trayectoria vasta. Es uno de los materiales que más he disfrutado del 2022.
Puñales en los bolsillos – VORÁGINE
Escribe Julio Hermoza
Observas detenidamente el arte de su portada. Esa estética low-cost, fanzinera, como de impresora quedándose sin tinta, te sugiere lo que vendrá después: el puro ruido, el puro caos, la realidad mostrando sus grietas, su inconsistencia. Aun así, o quizá por ello, te sientes tentado a darle play. Eso haces: te colocas los audífonos, presionas el botón central del celular y reproduces el primer track, «In Front of the Abyss». Título sugerente, piensas, mientras tratas de entender la letra. No lo consigues. Ni siquiera puedes identificar el idioma. ¿Alemán?, ¿inglés?, ¿ruso? Sabes que los de Vorágine son peruanos como tú —inclusive el título del EP está en español: Puñales en los bolsillos—, pero el vocalista no parece estar cantando en ese idioma. De hecho, ni siquiera parece estar cantando: el vocalista solo grita. Grita con asco, con desesperanza, con impotencia, pero sobre todo con rabia. Su voz te parece tan rabiosa que por momentos alcanzas a percibir el hedor de su flujo hepático. Piensas: un cuadro sinestésico. Piensas más: una mescolanza de olores y sonidos. Luego ya no piensas nada; te limitas a oír las guitarras distorsionadas de «The Pallid Tongue», el track que ha comenzado a sonar en tus audífonos (o mejor dicho: en tu cabeza). Las sonoridades presentes en este track son aún más arrítmicas y caóticas que las anteriores; al vocalista se le oye tan irascible que en cada grito puedes sentir su bilis estallándote en la cara. Ya no solo percibes la hediondez del líquido bilioso, sino también su fisicidad: sientes cómo esa secreción verdosa se chorrea por tu rostro, cómo se desplaza por tu cuello, pecho y espalda.
Varios minutos después llegarás al cuarto y último track del disco: «A la mierda». (Así se llama). Para ese entonces, como es obvio, te habrás ido literalmente a la mierda: te sentirás arrastrado por un río cenagoso y estruendoso de d-beat, crust punk, thrash metal, más bilis, sangre, vómito y otros fluidos sonoro-corporales. Y mientras eso ocurra, mientras repares en que la sola escucha de Puñales en los bolsillos tuvo la facultad de derribar todos tus paradigmas mentales y trastocar todas tus nociones de realidad, te preguntarás por qué chucha los loquitos de Vorágine decidieron colocarle un título tan disparatado a su EP. Quizá sea una suerte de mensaje cifrado, pensarás durante unos cuantos segundos. Luego ya no podrás pensar. Realmente nunca más podrás volver a hacerlo.
Homenaje a El Carmen – Los Hermanos Ballumbrosio
Escribe César Zevallos
Sería un desperdicio de tiempo mantenerse inmóvil ante los ritmos afroperuanos/afroandinos (permítanme el atrevimiento de la doble etiqueta) de Homenaje a El Carmen. No es música para timoratos. Lo compruebo con una pequeña carcajada cuando me topo con “Guanchivalito”, la tercera canción: “De la cintura pa’ abajo, de la rodilla pa’ arriba”. La música actuó cual brebaje. De ese signo carnal, lascivo, hacia el instrumento originario del cuerpo humano, uno infiere que la percusión (bongós, campana, campanilla, congas, entre otros instrumentos) tiene tal vez el mismo fin orgánico: germinar vida, ritmos, goce, el goce como experiencia compartida de la felicidad, que es una forma de invitar al otro al entendimiento a través del lenguaje corporal que desarrollamos gracias la música. Los Hermanos Ballumbrosio, de acuerdo al sello de música experimental Buh Records, capturan “el verdadero espíritu de la tradición musical de El Carmen”, un distrito chinchano considerado epicentro de la cultura afroperuana. Es un logro para la música popular peruana que se publique este tipo de producciones, toda vez que resulta un estímulo para que las expresiones musicales de nuestras comunidades (piénsese en otros distritos, otras ciudades, otros orígenes y esencias) se animen a mostrar su obra. Basta oír Homenaje a El Carmen para despertar el instinto. El peruano es musical.
Laberinto – Catervas
Escribe Víctor Pérez
Poesía, ternura, ensoñación. Lo de Catervas es mágico, una apología a la divagación 0, por defecto, un manifiesto contra la realidad. La banda que ya ocupa un lugar importante dentro del rock peruano, lleva esta vez sus intuiciones musicales hasta las últimas consecuencias, para extraviarse en el nuevo sonido que propone su sexta producción discográfica, precisamente de nombre Laberinto. Diez canciones que a primera escucha, ya exigen ser dedicadas, compartidas o experimentadas bajo alucinógenos y que, por lo mismo, pintan como futuros clásicos del dream pop peruano.
Underground Junín Vol. 2
Escribe John Pereyra (publicado originalmente en Apostillas Desde La Disidencia)
Underground Junín Vol. 2 desdibuja buena parte lo que había avanzado Arte Sonoro, colectivo de músicos de la zona altoandina central del Perú, con su predecesor de hace dos años. Primera razón que justifica este juicio: el panorámico no sólo no amplía su radio de acción para incluir exponentes de todas las provincias del departamento de Junín, sino que lo reduce a únicamente tres. Dichas provincias son Huancayo (3), Jauja (1) y La Oroya (¡9!). La desproporción en el reparto de las tajadas no hace sino subrayar cuán alentador era encontrar en Underground Junín Vol. 1 gente de Satipo, Pilcomayo, Chupaca… A esas cifras se suma la aportación de Lima (2) para llegar a los 15 actos involucrados en este segundo tomo, frente a los 20 conjurados en el primero.
Segunda razón: la variedad estilística se ha visto draconianamente mermada. Si antes entusiasmaba escuchar sonidos juninenses emparentados con el grunge, con el EBM, con el metal, con el indie y hasta con el reggae; la paleta de colores del segundo volumen es tan exigua que no ha quedado de otra sino agrupar en segmentos los canales que más o menos comparten género, perfilándose tres compartimentos distinguibles al primer golpe de vista/oído. En ello también ha tenido que ver la extensión de la compilación —poco más de 62 minutos, contra los más de 83 de la anterior.
Tercera razón: descontando un par de números ya divulgados en discos propios, ningún asalto de esta pelea consigue destacar por encima de los demás. Esto no quiere decir que Underground Junín Vol. 2 sea una rodaja prescindible, pero sí una en que la medianía campea a sus anchas. En lo tocante a su primer tramo, se ha apostado por un synth pop/electropop que literalmente brilla en la oscuridad, apertrechado de no pocos chisguetazos de éter supersónico. Sucede con “Génesis” de Diogen Svemir, con “Saudade” de Chungking Express y con “Paraíso VIP” de Orsound. Suena exótico el maridaje, aunque se agota demasiado pronto.
En lo concerniente al segundo sector, el pop/rock se tiñe de negro, variando su grado de intensidad de acuerdo a quien performa —titubeante en “Bailes Muertos” de Zorstka (más techno pop que pop/rock, a decir verdad), en “El Retrato” de Morojo y en “Instante Eterno” de Adox Zars; monolítico en “Ataduras” de los limenses Rawa. Mientras tanto, la última sección ha sido reservada para los músicos que todavía pueden catalogarse como “de avanzada”. Los temas dados a conocer pertenecen a Miyagi Pitcher y a Time Traveler -“Ikigai (生きがい)” en el disco del mismo nombre del primero, «Old Astronaut 29.000” en Micelio del segundo (remezclado para la ocasión por Alcaloidë). El resto —“Ciudad Cristal” de Paititi, un succourizado “Crystal Beings” de Xtredan, “Génesis” de Ivo Macross— parte del post-IDM para recorrer fatigosamente el espectro de la música electrónica que traspuso el umbral del nuevo siglo. De todos ellos, indudablemente el más aventajado es “Sueños De La Eternidad En 5 Minutos” —y no deja de ser llamativo el hecho de que su impulsor, Walls, sea el mismo de Orsound.
Podría Underground Junín Vol. 2 haber salido mejor librado, si no fuera por dos horrores mayúsculos. Curiosa coincidencia, ambos son reformulaciones de canciones ajenas. Una, segunda intervención de Diogen Svemir, es la revisión de “Space Age Love Song”, el incombustible clásico de A Flock Of Seagulls. No lo hace mal reconstruyendo el hit a partir del electrogaze al que hacía alusión hace un rato, pero las frecuencias de grabación alcanzan no pocas veces picos de sobresaturación, convirtiéndose en “puntos ciegos”. La impresión que deja este error de principiante es terrible. En cuanto a Lunática Terrestre, propone un desabrido cover en clave seudo bossa nova lo-fi de “¡Qué Bonito!”, original de Rosario Flores, más conocido por la versión bachatera-pacharacaza de una tal Vicky Corbacho. Ni pizca de imaginación. No era nada del otro jueves lo que exhibía Lunática Terrestre en el primer volmen, pero esto se me hace francamente intragable.
monochrome : pilgrimage – cats[in]musique
Escribe Erick Garay
“El bien mayor es solo otra mentira (…) / La mano de Dios, el trabajo del diablo; / llámalo como más te guste. / La aniquilación es la nueva ley”. Algunas líneas con las que abre este álbum conceptual sobre, siguiendo al autor, un grupo de supervivientes de una catástrofe mundial. Siete tracks con influencias del dark ambient, djent y trip hop, y con esa resonancia industrial, áspera y distorsionada (y por momentos también acogedora, con insertos de sonidos de lluvia, crepitar de fuego, etc.). En la letra, un yo lírico quebrado y bilioso que constantemente se recuerda solo en el mundo y que no le queda a quien culpar (y hacer pagar por su culpa) por la catástrofe acontecida. Hay un reclamo a los poderosos por la situación planteada (el fin del mundo), pero en la solución no se ve esperanza política, sino más bien una entrevista salida romántica, con un anhelo en el retorno al amor del ser amado. Ese es el apocalipsis de monochrome : pilgrimage, aparentemente social pero en el fondo de un ser único, quebrado y solo, atormentado y privado de una expiación personal satisfactoria, volviendo la mirada a un amor de una inocencia pasada cuando el mundo (su mundo) aún no había sucumbido (y así quizá los siguientes pasos incluyan ya al ser social). La música se encarga de transmitir, potentemente, ese derrumbe y esa privada expiación.
Diseñar y destruir – Varsovia
Escribe Julio Hermoza
Oscuro, enérgico, trepidante, y con una arriesgada apuesta política de por medio. Así es el segundo disco del trío limeño de punk electrónico Varsovia. Si Recursos Inhumanos —su ópera prima lanzada en el 2014— era una seguidilla de instantáneas en blanco y negro sobre el horror de la dictadura fujimorista (con sus escuadrones de la muerte y desaparecidos), Diseñar y destruir es la otra cara de la moneda: un retrato en tonos sepia de la barbarie desplegada por la guerrilla milenaria durante el conflicto armado (las voladuras de torres eléctricas, las explosiones vehiculares, sus regueros de sangre). A nivel sonido, este álbum transita por los mismos territorios retrofuturistas de su antecesor —el synthpunk, el post punk, el EBM y el rock industrial—, predominando aquí las sonoridades industriales y las atmósferas fabriles. Una prueba evidente de esto último es “Hablemos claramente”, canción que abre el disco y que es, al mismo tiempo, una declaración de intenciones por parte de la banda. Aquí un Velasco Alvarado sampleado parece interpelar ya no a los peruanos de 1969 —a quienes inicialmente iba dirigido su discurso—, sino al Estado peruano actual —el de la dictadura cívico-militar encabezada por Boluarte— que no duda en engullir y aplastar los sueños y los cuerpos de sus propios ciudadanos. Este recurso de reactualización vuelve a hacerse patente en piezas como “Cuerpos anestesiados”, “Diseñar y destruir” u “Obedecer sin cuestionar”. Canciones todas ellas que, aun cuando hacen alusión directa a la violencia política ochentera, pueden fácilmente extrapolarse a la realidad política actual. En resumen, con este notable álbum de 31 minutos de duración y ocho temas de feroz pulsión electrónica, los Varsovia nos invitan a transitar por una ciudad cyberpunk, atestada de cadáveres y fábricas derruidas, donde la Gran Máquina ha dejado de funcionar. Porque eso es precisamente Diseñar y destruir: el sonido de las máquinas. De las máquinas que ya no dan para más, que se averían, que se incendian, que estallan por los aires junto con las geografías corporales de sus operarios —los invisibilizados por el Sistema, los postergados por la Historia.
Manual Eterno de Recuerdos Confinados – Chinese Park
Escribe César Zevallos
El paso de la adolescencia a la adultez es traumático, el mundo se presenta con una ferocidad inquieta que remueve el carácter, y hermosa por cuanto te acerca al quebrantamiento de tus creencias, hacia la soledad o el goce desaforado, en donde, en el tramo final, encuentras una estación calma de contemplación. Lo recuerdo, es “El Repentino Despertar de la Conciencia” que me hace capaz de presionar “Alt F4”, una navaja en forma de tecla, para que el mundo pase a mejor vida. ¡Gaaaaaaa!
Este primer material de la agrupación huancaína Chinese Park, ha sido un verdadero golpe al mentón de quienes, de manera sentenciosa y hasta con una sonrisa maléfica, auguran la muerte del rock. El disco explora vivencias que te lanzan al borde de experiencias límite, de pesares que azotan en las cuatro paredes, de sentimientos fugaces, de recuerdos confinados en mentes perturbadas. Con un estilo que flirtea con el math rock, Manuel Eterno de Recuerdos Confinados se puede disfrutar en poco más de 10 minutos (es la duración de esta placa), lo cual es una apuesta atrevida: de una joven banda de rock uno espera un nivel de contundencia que se correlacione con su extensión; sin embargo, la brevedad no disgusta, aunque deje un sabor inconcluso: necesito más de esto. Esperemos que sea una señal, o un paso premeditado, hacia su próxima obra.
Escape (ChMR-C.D-071) – Tech Vibes
Escribe Robert Villena
Escape se puede definir como la carga necesaria de beats para iniciar una sesión de disociación con aquello que nos genera ruido en el presente, pero en un ambiente de energía, cavilación y satisfacción. Desde “The Light” hasta “Lately”, cada una de las 8 canciones invitan al cuerpo a sumirse en movimientos y a expresarse, ya sea mediante baile o lo que los ‘vibes’ ordenen.
Lo Difícil de No Pensar – gacelasheladas
Escribe Víctor Pérez
Lo Difícil de No Pensar parece un disco íntimo. También parece un disco inacabado o abrupto, como salido de una sensibilidad divergente, distraída, aunque a la vez honesta, lo que se destaca. Cuatro canciones que dan cuenta de batallas perdidas, soledad, y una suerte de melancolía sucia, que alcanza su mayor grado de éxtasis en el track quizá más interesante del disco: “Otoño, Amsterdam está sola”. Sienta bien para quienes buscan distender la melancolía que no termina de abandonar este verano.
Aínbo – grita lobos
Escribe Luz Cáceres (Luxsie)
Grita lobos es un proyecto humano/electrónico de dark wave, acid y tech house. Es un estado de trance por el susurro de sus loops, cánticos de mujeres que dan vuelo a su nuevo disco —aínbo (significa mujer en lengua shipibo-conibo)—, publicado a fines del 2022.
Este material está lleno de frecuencias acuáticas, salpica en la molécula que va creciendo a formas geométricas de la síntesis y el bea, que junto a los bajos, revientan en la nuca y acarician la memoria. Bailar como ave entre los cables de los árboles y los rasguños de las distorsionadas guitarras, generando ruido constante como si detectaras una amenaza en la naturaleza. Hay transformaciones/revoluciones dentro del disco, puedes ser un ave, puedes ser montañas, puedes ser ríos, lagos, mares y, sobretodo, eres fortaleza femenina.
Este cuarto disco de gritalobos fue realizado básicamente con músicos mujeres: La Zorra Zapata, Ati Lane, Silvana Tello y Budapest. Los créditos técnicos van para las productoras Ale Hop y Maribel Tafur. También hubo voces de Olinda Silvano y Silvia Ricopa, ambas artistas shipibo-conibo que cantaron en su lengua materna.
De acuerdo al bandcamp de gritalobos, “cada pista está inspirada en mujeres destacadas en las sombras o menospreciadas por el patriarcado como Funmilayo Ransome-Kuti (educadora, sufragista y activista por los derechos de las mujeres nigeriana), Olivia Arévalo (nativa shipibo-conibo, defensora de los derechos culturales y ambientales, artesana y sanadora ), Katherine Johnson (matemática afroamericana cuyos cálculos de la mecánica orbital facilitaron los vuelos espaciales tripulados), Utako Okamoto (científica japonesa que descubrió el tratamiento para la hemorragia posparto. Sus estudios se vieron obstaculizados por hombres que la boicotearon durante décadas), Emma Willard ( Activista por la educación de la mujer estadounidense que fundó la primera escuela de educación superior para mujeres), Miguelina Acosta (feminista peruana, activista anarcosindicalista y maestra que luchó por los derechos de las mujeres, los pueblos amazónicos y la clase trabajadora. Es la primera mujer abogada en Perú) y Christine de Pizan (poeta italiana que realizó algunos de los primeros escritos feministas. Su obra incluye novelas e historias análisis filosóficos, políticos y religiosos)”. Además, la portada fue realizada por la diseñadora argentina Sonia Cancinos.
No nos rendimos – El Otro Infinito
Escribe John Pereyra (publicado originalmente en Apostillas Desde La Disidencia)
Claramente marcado por los agitados meses que atraviesa el país, el curso de acción que escoge No nos rendimos trae más de una sorpresa respecto del background construido por El Otro Infinito y de las circunvoluciones con que el surcano se ha reinventado. Ésta que practica Noriega es una de las más arriesgadas que ha ensayado hasta ahora. Y es que, sin trastocar influencias ni tótems, el extended barrena un derrotero entre el intelligent techno que sale despedido más allá de la estratósfera —atravesando irrefrenable tanto tiempo como espacio— y el que antropomorfizado conserva los pies sobre la tierra gracias a programaciones angulares y a secuencias aritméticas. Es como si Noriega flotase varios metros encima del suelo, sin alzar la vista hacia arriba (ni mucho menos el vuelo).
No nos rendimos es intelligent techno apartado de la vorágine de los bpms. No prescinde de la rítmica, pero es evidente que ésta ni le clava las extremidades inferiores al piso, ni colisiona los átomos de deuterio/antideuterio que encienden el núcleo warp con que desplazarse superando la velocidad de la luz. En ese sentido, en piezas como “No nos rendimos, me decías” y “Tus signos aéreos”, El Otro infinito se enfoca en una contemplación zen del ambient. Lejos de la tolvanera que cruza la IDM en uno u otro sentido, el extended levita entre el cielo y el suelo: sus notas nunca despiden luminiscencia alguna, su pulso está atemperado, su pulida estética está más repujada que cincelada.
Aún en “Agosto”, canal que calza mejor con el paradigma IDM por el crecimiento geométrico de la batería electrónica, Alfonso se las arregla para no flaquear en ese justo medio que ha encontrado; mientras su voz recita parte de “Las Constelaciones” del poeta Luis Hernández. Tiene lugar, así, un EP sólido; donde colaboran Leko López (Prados Perfectos, Puna, Rupturas) y Andrea Halley (cuya voz se aprecia en “No nos rendimos, me decías”).
I can’t wait for you – Gabriela Jung
Escribe Julio Hermoza
Frente a la inminencia de la catástrofe solo tenemos dos opciones: mirar hacia otro lado y continuar estoicamente con nuestras vidas —con lo que quede de ella— o, en su defecto, contemplarla con horror, con desesperación, de preferencia gritando. Son precisamente de estos gritos de angustia y desconcierto que nace I can’t wait for you, disco debut de los trujillanos Gabriela Jung. En esta placa, conformada por seis tracks, cuyas letras parecen haber sido escritas con furiosa tinta adolescente, encontramos sonoridades que fluctúan entre el emo noventas, el screamo, el lo-fi y, en menor medida, el shoegaze. Si, como dicen por ahí, las catástrofes están a la orden del día, este disco de descarnada melancolía puede adelantarnos algunas cuantas imágenes.
El General – Martín Guerra
Escribe César Zevallos
Lo de Martín Guerra, peruano que radica en España, es un novedoso ejercicio por convertir la percusión en llamaradas. Con aires a latin jazz de ritmos afroperuanos, El General refresca las posibilidades que nuevos músicos pueden explorar en este tipo de música fusión. El disco en mención empieza con un ánimo cool, de cadencia sigilosa, y termina con una suerte de celebración optimista con sabor a cajón y trompetas; no pretende encasillarse en un solo registro, lo cual resulta entretenido. Un punto importante: la voz, en diferentes momentos, en vez de envolver de lirismo y procurar diálogo con el oyente, me distrae y termina por disgutarme. Por lo demás, El General de Martín Guerra me deja un bonito recuerdo acerca de las formas creativas en que la percusión puede asumir, con eficacia, la batuta de las canciones.
Why Is It They Say A City Like Any City? – Ale Hop
Escribe Robert Villena
Amplia participación de elementos naturales, sensación de involucrarse en un ambiente agreste o tribal desconocido, e inclusión de loops digitales, son quizá los elementos más destacables en la gama de experiencias que genera este último álbum de Ale Hop. Todo ello sumado a la participación de cánticos indigenistas y percepción similar a los ícaros, forman parte de un conjunto de sonidos que deben explorarse de forma interna.
Desde su primer material en 2019, ha liberado nuevas combinaciones entre lo electrónico y lo que los citadinos llegamos a desconocer por la rutina: una vida en calma. Construcciones que también forman de los 6 tracks de Why Is It They Say A City Like Any City? , material elaborado por la peruana Ale Hop desde Berlín, en el contexto del cierre de la pandemia que ya todos conocen.
Pasajero – Fabricio Robles
Escribe Erick Garay
Cuarto álbum del cantautor peruano residente en Argentina. Pasajero me recuerda al camino de un acróbata sobre la cuerda floja: calmado pero siempre seducido por la caída, manteniéndose y avanzando pese a la tentación del dolor. Todo el álbum está cubierto por una pátina de melancolía, delgada, brillante. Reúne dudas inaugurales, vulnerabilidad ante un amor inexperto, el descubrimiento de los primeros golpes a una sensibilidad inocente. Millennial, en algún sentido, tal vez en esa necesidad de proteger el último reducto de una juventus que se va definitivamente. Buena conjunción de la voz de Robles, las guitarras acústicas y algunos versos para nada complacientes, que juegan con lo conceptual, casi lo abstracto.
Rayo Tercero – Marco Mora
Escribe César Zevallos
Lo primero que me sorprendió de Rayo Tercero fue su hibridez, manifiesta en los ambientes heavys, surreales y calmos que Marco Mora diseña con un ánimo intimista. Me explico: los recursos sonoros provienen de diferentes estilos musicales, con la intención de difuminar sus fronteras, pero eso en vez de sugerir exuberancia o destreza técnica, provoca un viaje abrupto (como el LSD) hacia el fuero interno, no en busca de comprender el sinsentido o las taras que la vida nos pone en el camino, sino con la finalidad de revolcarse con ellas (como el LSD). Qué importa la incomprensión si uno tiene la capacidad de esculpir castillos de arena, como el sonido de Rayo Tercero: una estética extraña y aún en busca de autosostenerse, puesto que a la mínima distracción o descuido, se cae. Eso, para nosotros, no es un defecto. Celebramos la osadía.
Sueño Ameba – Alunaki
Escribe John Pereyra (publicado originalmente en Apostillas Desde La Disidencia)
Semanas después de cumplirse el segundo aniversario de la salida de Telescopio, Alunaki despacha al sucesor de su vitoreado entré. Sueño Ameba deja el bastidor en las postrimerías del 2022, integrado su repertorio exclusivamente por canciones nuevas, ya que outtakes como “Lágrimas De Lodo”, “Cuarentena”, “Inicio” o “Círculo” no se han considerados. No había cómo, en realidad: para el nuevo esférico, Raúl Begazo abandona la zona de confort que le había deparado la experiencia anterior, poniendo proa hacia aguas un tanto más encrespadas.
Al ser Sueño Ameba un álbum más versátil, resulta tentador chantarle la socorrida etiqueta “disco de transición”. Si ésta se le ajusta, no lo hace en un sentido ortodoxo. Para empezar, el músico arequipeño no revalida la hegemonía del shoegazing, sino que se postula más cerca del tripgaze macerado en sus días como miembro del dueto Paisaje 3. Más cerca, no “a la vera de”: el tripgaze que despliega Alunaki tiende a ser altamente permeable, flexible, dúctil. Obvio, hay momentos en que alcanza los estratos bristoliano-noisicos del memorable Sesión Invernal (2016), como la trilogía que ensamblan “Forever”, “Veneno” y “Agua”. Son muchos más, con todo, los episodios en que esa impronta abandona posiciones frente al avance de otras variables —o, simplemente, se lo toma con toda la calma del mundo.
Ilustrando el primer caso están la neopsicodélica “Nunca Es Tarde” (cuya flamígera guitarra prende la mecha de un groove delicioso) o la ácida “Riendo De Todos” (de violáceos efluvios celestiales —sólo le faltó materializar un troncho roleado por Jason Pierce—). También, el baggy achorado de “Ultra Rumi”. En cuanto al segundo caso, es refrendado por el lúdico ejercicio de “Zion” (Orfa Ponce en voz, quien ya había grabado en Telescopio), el corte epónimo (que da inicio al CD esgrimiendo una fina capa de scratch moviéndose declinante en circuito cerrado), el dúo de fraseos entre el mollendino y la ¿freestylera? cantante Fershee Djin retratado en “Un Nuevo Verbo”, o el rave distendidamente pasotista de “Locuras De Adentro”.
Begazo confía el colofón a “La Orden Del Delfín”, gesta en plan electroacústico, prontamente invadida por rasgos que inclinan la balanza en favor del ethereal noise —voces susurrantes, feedback a granel, la guitarra recreando el plácido y agradable gancho pop que distingue al shoegazing… Un final que resarce al género en cuestión por lo pequeño que ha sido su papel en Sueño Ameba, sin augurarle U-turns en el horizonte de Alunaki. “Disco de transición” lo bastante heterodoxo como para no percibirse tal.
Thank You Lord For Satan – Thank You Lord For Satan
Escribe Julio Hermoza
Capacidad interpretativa e inteligencia inventiva coinciden en el álbum debut de Thank Your Lord For Satan. El proyecto musical conformado por Paloma La Hoz y Henry Gates destaca no solo por sus atmósferas envolventes, sus texturas psicodélicas y su fuerte impronta indie, sino también por la alquimia que se establece entre las armonías vocales de sus miembros. En Thank Your Lord For Satan, el tándem Gates-La Hoz expande sus horizontes geográficos y nos lleva de la mano hacia territorios inexplorados donde la neopsicodelia y la experimentación sónica convergen con elementos del folk, el soul, el synth, el dub y el rap. Logrando en el proceso que cada uno de los ocho tracks que integran el disco despierte en nosotros las emociones más disímiles. Canciones como “Isolation”, por ejemplo, nos remite a los álbumes más melancólicos de la californiana Grouper; mientras que otras en cambio, como la pegajosa “We Can Dance”, nos sugiere una invitación a bailar y agitar los músculos hasta convertirnos en desdibujadas siluetas borrosas. En suma, este álbum nacido durante el encierro pandémico es un caleidoscopio estilístico y anímico donde se encuentran cifradas las rutas que debemos emprender para arribar a otros mundos: esos mundos sonoramente mágicos y apoteósicos que, durante eones, se han mantenido inaccesibles a toda materia viva, a todo ser orgánico —humanidad incluida.
Ya tengo nostalgia por conversaciones que tuve ayer – Santa Madero
Escribe Víctor Pérez
Un disco cool. Aesthetic. Autoconscientemente fresa y, adolescente sobre manera, en el mejor de los sentidos. La banda de Chaclacayo reúne en su primer álbum, nueve canciones inéditas (no se trata de un recopilatorio) que integran sólidamente sus recursos en diversas variantes del pop (synth pop, hyper pop, globo pop). Sin duda, una sorpresa para quienes veíamos en Santa Madero solo a “los que tocan ‘Pero frágil’”.
El Mundo es Fabuloso – Santa García
Escribe Erick Garay
¿El mundo realmente es fabuloso? “El mundo es fabuloso, / como el amor que te tengo / y el tiempo que paso cantándole a los pájaros”. En el encuentro de símiles como esos, de ese viso terso, Santa García encuentra las luces, unas luces certeras, de un mundo en vaivén. El nuevo álbum de esta músico peruana avanza entre melancolías dulces, interrogaciones punzantes y afirmaciones conquistadas por una sensibilidad en permanente búsqueda, una búsqueda de doble dirección, hacia adentro y en el exterior. Santa García musicaliza cuestiones sobre el arraigo y el desarraigo, la identidad, el amor, la amistad, lo heredado, lo que llevamos a cuestas, y, quizá más arriba de todo ello, sobre el encuentro, a veces arduo en realizarse, con aquellas cosas que nos dan la felicidad del mundo (¿y por qué no sería fabuloso?) y la esperanza.
Manglar – Panoptia
Escribe John Pereyra (publicado originalmente en Apostillas Desde La Disidencia)
De las dos placas editadas por Guillén Serrano el año pasado, focalizo este breve comentario en la segunda, liberada en los idus de noviembre (2022). Como ha venido sucediendo desde el epónimo debut (2016), Manglar parece poner todo su empeño en escorzar la geografía de un mundo ¿paralelo?, ¿distante?, ¿imaginario? Ríos, penínsulas, litorales, sistemas orográficos, seres vivos, son sugeridos por el pincel de Panoptia. Uno que han moldeado por igual las oscuras suites de The Orb y las melodías angélicamente etéreas de Global Communication (binomio que mereciera mucha mejor suerte que la que recolectó).
Allende las justificadas metáforas cartográficas del acto librepoblense, el output contenido en Manglar describe un arco de tiempo que va de la nocturnidad al alba —o quizá sea mejor hablar de un tránsito que arranca en las tinieblas y culmina en la luz. Desde el IDM/post IDM mutante de “Densidad”, “Manglar” y “Raíces”, hasta los límpidos tapices electrónicos flujoiridiscentes que representan “Vientos”, “Ciénaga” y “Desembocadura”; se produce la locomoción lunar espaciotemporal que precede al nuevo día. La lobreguez de la noche transige paulatinamente ante la llegada de la alborada, que lo inunda todo con su particular fulgor. En paralelo, las influencias formales se van difuminando al mismo ritmo/tiempo, transformándose los últimos temas en manifestaciones de un ambient electrónico sostenido por la improvisación libre y por la experimentación sónica.
Me queda la sensación, desvanecidas ya las barreras ornamentales, de haber descubierto en Panoptia no sólo un nom de guerre con encomiable capacidad para generar imágenes; sino también un excelente compañero para quienes preferimos la Música a la Literatura al zarpar rumbo a regiones no holladas por la imaginación de nuestra especie. Peruano, encima.
Un comentario sobre “27 discos peruanos que llamaron nuestra atención el 2022”