Entrevista por Víctor Pérez
(La siguiente entrevista tuvo lugar a fines del 2022, cuando la dictadura de Dina Boluarte ya había ocasionado las primeras muertes en las regiones del sur. Hoy la suma asciende a 59 muertos.)
Tengo la teoría de que Danitse es en realidad una artista punk, disidente, contestataria, que logró infiltrarse en la escena musical, llamando nuestra atención con las canciones de desamor de su primer disco (Viaje, 2013); pero que, secreta y sutilmente, iba gestando su mensaje real, uno incendiario, de cambio, transformación espiritual, y permanente búsqueda de la libertad. Es eso o estamos siendo testigos de la consolidación de una de las cantautoras peruanas que con mayor madurez ha tomado las riendas de su bien ganado estatus de artista.
Próxima a presentar la totalidad de su disco Augurio, en plena crisis social, nos detenemos por un momento para conversar en esta entrevista a dos partes. Se recomienda leer en un espacio de distensión, si es que aún podemos encontrar un lugar así.
Primera parte: Sobre la soledad, el desarraigo en la ciudad y la actual crisis política
—Tú último concierto (2022) fue en el Museo Central, mi hermana me contó que hiciste un pequeño análisis de tus primeros trabajos, una autocrítica al disco Viaje (2013), y expresaste que ya no te sentías tan conectada con las ideas de ese disco. ¿Fue así?
Es posible. La verdad es que ya no toco tantas de esas canciones en vivo. Por un lado, porque la paso mejor tocando canciones nuevas, y también porque cada vez se siente más lejana la sensación que me llevó a escribir ese disco. A veces lo escucho y lo siento muy sentimental, entonces ya no me siento tan cómoda comunicando esa posición, hasta a veces de víctima, tipo “ah, me siento mal, voy a llorar” (risas). Que a la vez es válido y es parte del crecimiento pasar por eso… en realidad creo que solo se trata de la capacidad de ver que uno cambia, y no lo juzgo, igual toco las canciones. De hecho, el año que viene (2023) ese disco va a cumplir diez años, y es una oportunidad para mirarlo con más detenimiento, incluso hacer una reflexión real sobre todo este tiempo y lo que representa. Le tengo cariño porque es el primer disco realmente mío, que yo compuse y produje, con el que me sentí bien creándolo en su momento y que fue recibido por las personas con mucha calidez.
—En las letras del segundo disco, De la Tierra al Sol (2019), percibo una idea de crecimiento, de avance, evolución. Es bueno apuntar a ser un mejor ser humano; pero a la vez hay un límite difuso entre eso y ser un poco duro con uno mismo. ¿Cómo ese perfeccionismo o evolución que buscas en tu trabajo, creativamente, afecta a tu propia vida?
De la Tierra al Sol nació como un concepto antes que como música. Yo sabía que quería hacer un disco con el que terminara en un lugar diferente al que me encontraba cuando hice Viaje, porque quería salir de allí. Ése lugar le había dado mucho valor a lo triste y lo melancólico, pues a veces me parecía que las personas cuando estaban muy felices no veían la realidad. Pensaba que estar triste era la manera correcta de ver el mundo. Pero tampoco sentía que esto era saludable, por lo que mi posición fue: “¡ya! vamos a salir de aquí a través de canciones, y cada canción va a representar esto…”. Así que la estructura del disco existió antes que la música. Entonces sí tiene sentido lo que dices… hay una suerte de esfuerzo o de obligación por ser mejor, incluso como un deber moral; que tiene que ver, supongo, con la educación súper religiosa que tenemos acá, donde te obligan a ser bueno. Y está bien en alguna medida, es decir, lo espiritual (…) Sí, ese disco creo que refleja esa intención de crecimiento constante, de estar siempre en evolución, como un compromiso humano de estar en este tiempo y en esta vida dando lo mejor que podemos. Yo interpreto así mi experiencia humana porque sé que nos vamos a ir todos, entonces siento que sí quiero dejar lo mejor de mí. Al menos en ese plano que me ha tocado, que es hacer música, quiero reflejar eso.
—Para llegar a eso que buscabas, nos hablas de un tipo de soledad que no es la soledad de Viaje, es decir, la del abandono, la soledad difícil de soportar, sino una soledad de otro tipo ¿Puedes hablarme de cómo experimentas la soledad o de cómo la has experimentado con el paso del tiempo?
Creo que tienes razón cuando hablas de dos tipos de soledad, la primera es más producto de las circunstancias, pero también voluntaria, y a la vez una soledad de resignación. No sé cómo explicarlo… Siento que cuando intentas ver a través de la realidad e interpretarla, ves la vida desde una perspectiva más macro. Es decir, te posicionas fuera de la sociedad para poder verla, y al final eres un espectador que intenta entender, como desde una mirada antropológica. Eso necesariamente te excluye o te autoexcluye. Es una sensación de soledad porque nadie más está compartiendo tu mirada. Incluso es algo necesario, porque tienes que buscar esa soledad para entender el silencio, y estar en paz contigo y con tu entorno. Buscar espacios solitarios es necesario, y finalmente logras entender que es el lugar en el que te sientes cómodo, donde te sientes realmente tú mismo.
—¿La soledad a la que te refieres tiene que ver con salir de ti mismo y mirarte? Digamos, si vives en una pecera… ¿sacar la cabeza del agua y mirar la realidad de esa manera total y aterradora?
Puede ser. Me refiero también al desapego, a no sentirse parte de nada para poder ser objetivo, el alejarse para ver en perspectiva, y con eso hablo de la sociedad, de la familia, los amigos. Cuando asumes la función de escribir o decir algo verdadero sobre la vida, tienes que intentar ver las cosas en su mayor dimensión, y eso no se logra estando adentro y sintiéndote parte de algo. No sé si tiene sentido. O sea, supongo que hay otras formas. Hasta ahora, yo lo he experimentado así.
—¿Y eso siempre ha acompañado a tu vida?
En algunos momentos más que otros, en De la Tierra al Sol sobre todo, en esta temporada de viajes. Ahora no tanto, últimamente me estoy contradiciendo. Pero siento que está bien contradecirse.

—¿Qué cambios crees que han operado en tu vida para que ahora estés más volcada hacia lo terrenal y la acción? Lo digo también por las últimas canciones que has publicado (por ejemplo, “Valle incendio”), las siento más terrenales, más rítmicas
Sí, el ritmo tiene que ver con la tierra. Ya no quiero solo decir o reflejar una historia propia, sino ampliar más el foco. Por ejemplo, el hecho de hacer música con el charango tiene que ver con que quiero reflejar la historia de este territorio. Al final hemos nacido en este lugar que carga esta historia y la tenemos ahí en algún nivel de nuestra memoria genética. Siento que hay algo que decir sobre eso.
—¿Puedes hablarme un poco más de la memoria genética?
Cuando digo “genético” estamos en un plano físico y cuando digo “memoria”, piensas algo psicológico. Podría parecer contradictorio, pero los planos están integrados, lo físico no está separado de lo espiritual. Nuestras células no sólo cargan una memoria física de nuestros padres, también tenemos una memoria más amplia, que se remonta mucho más atrás. Es interesante porque si existe este plano físico, también existe un plano más sutil. A veces actuamos de ciertas maneras porque el temperamento ya viene con el ser humano, no es algo que uno aprende. Un niño cuando nace ya tiene un genio, eso no lo aprende socialmente. Hay cosas que evidentemente se aprenden después en la familia o en la sociedad, pero hay algo que es innato. Y eso se explica por años y años de aprendizaje de tu propio clan, tus propios genes. Sin embargo, uno mismo puede modificar artesanalmente sus genes a través de nuevos hábitos.
Y te hablo de esto porque siento que hay algo que yo no puedo explicar cuando escucho cierto tipo de música y me llama demasiado. Cuando escucho, por ejemplo, la música gitana o la música andina, pienso que tiene algo que ver con que yo me siento más de montaña a pesar de que nací en la costa. Y entonces agarro el charango, lo escucho y siento que hay algo que conecta conmigo… imposible de explicar, solo quiero tocarlo. Siento que hay algo misterioso… no quiero decir “mágico” porque cuando dices “magia” es como algo que está desconectado de la realidad. Yo siento que se trata de algo real, que no podemos explicar a través de nuestras categorías lógicas formales (…) No podemos explicarlo de esa forma porque estamos acostumbrados a simplemente explicar a través de la razón, pero si lo explicamos a través de la intuición, a través de la fe, pues tiene sentido.
—Más allá del instrumento, ¿has tenido la oportunidad de hacer una búsqueda en la historia de tus antepasados?
Sobre todo por lo que me contaba mi madre, la historia de su familia, que es la que me parecía más fascinante porque era un lugar en donde no crecí. Ella es de Huancavelica (…)
—¿Y ha sido fácil? Porque aquí en Lima experimentamos el desarraigo de muchas maneras; incluso como mecanismo de protección de parte de nuestros familiares, por ejemplo, negando la enseñanza del quechua
Fui consciente de lo que había tenido que pasar mi madre en Lima para no sentirse discriminada. Mi abuela decía algunas palabras en quechua, y me acuerdo que como un juego yo le preguntaba “¿Y cómo dices esto?”, pero se trataba de una conversación íntima, no era algo que ella mostrara; y obviamente mi mamá no aprendió quechua, pero podría haber aprendido. Esto era un signo de que tenía que olvidarse de dónde provenía (…) y eso se siente como vivir partido, no puedes terminar de ser un ser completo, de estar bien anclado en la tierra, te da una sensación de inseguridad.
Siento que de alguna forma, yo, habiendo nacido en Lima, también heredé la sensación de desarraigo, pues al final no sientes que éste es tu lugar. Una manera de encontrar la sensación de pertenencia ha sido a través de símbolos, como tocar el charango, sentirme parte de esta tierra o estudiar más música andina… Sentir que de alguna manera mi generación puede reivindicar un poco lo que la generación pasada negó.
—Es como si en lugar de que tú fueras quien busca las líneas ancestrales del charango, más bien es el charango quien te está llevando hacia tu pasado.
Sí, es un proceso de ambos. Me puse a estudiar el charango históricamente por mi tesis, pero al final era más mi pulsión, mi propio interés por encontrar a través de él, un arraigo, una sensación de pertenencia (…)
Ahora bien, soy consciente que estoy utilizando un instrumento andino y yo no he crecido en los andes. Así que tampoco puedo pretender hablar de una realidad a la que no soy tan cercana. Yo crecí en Lima, y sé que hay personas a las que esta posición les resulta progre, o todos los otros adjetivos que puedas encontrar para calificar a alguien que está cómodo en la capital. Sí, soy consciente de eso; pero también pienso que lo que tengo que decir es genuino, no puedo negarlo, me nace hablar de esto porque tengo razones personales y sociales, porque me siento comprometida con mi realidad social y siento que es algo necesario. Por otro lado, no siento que mi música sea la expresión profunda y genuina de las personas que sí están inmersas en su realidad. A mí me ha llegado de otra forma, de forma lateral, si quieres. Pero eso no invalida mi posición, porque al final es mi historia, y como muchos hijos de migrantes nacidos en una capital, hemos sentido el desarraigo y hemos vivido directamente la sensación de no sentirnos parte de una sociedad clasista y racista (…)
—¿Podrías ahondar un poco más respecto a cómo has experimentado el clasismo o la desigualdad de manera personal?
Se ve constantemente, ¿acaso no lo ves tú en la sociedad? Existen élites… la meritocracia es una ficción. Puede haber alguien con mucho mérito, pero que no tiene los contactos ni el dinero o no vive en Lima; en cambio tienes a alguien mediocre que tiene los contactos, el dinero… y de pronto es reconocido, se le facilita la vida. A eso me refiero con clasismo. Y no solo pasa aquí, vivimos en una sociedad que legitima y reafirma la desigualdad, vivimos en un paradigma que ha normalizado estas desigualdades y estas brechas y mientras no cuestionemos esa estructura no van a cambiar las cosas.
— Ahora que estamos en uno de los puntos más álgidos de esta crisis infinita en el país, ¿sientes dudas morales frente a lo que puedes decir o no al respecto? Ya que tu nombre no está asociado solamente a ti, sino a tu proyecto y a las demás personas con las que trabajas probablemente
A veces me cansa que el activismo sea solo por redes. He encontrado formas de ayudar de manera más directa, pero… ¡asu! Te das cuenta que la podredumbre llega incluso allí. Porque puedes publicar un post y, claro, te caen las personas que no piensan como tú, te insultan, lo que fuera… pero ayudas de otra manera e igual encuentras esa represión o la frustración de que no puedes cambiar las cosas, y es horrible. Ahora mismo estoy en una especie de parálisis. A veces intento convencerme de que todos tenemos nuestras fortalezas y nuestras formas de luchar y defender lo que creemos correcto. Siento que yendo a una marcha no sería muy útil porque tengo claustrofobia, no me hace físicamente bien. Entonces pienso “qué puedo hacer”. Ya, podemos hacer donaciones… pero luego te enteras que allanan el local de las comunidades campesinas con todas las donaciones, y encima los acusan de terroristas. ¿¡Qué puedes hacer!?
Supongo que como artistas nuestra fortaleza también es crear. Ahora mismo pienso que sería más útil hacer una canción, intentar decir toda esta frustración, que a veces no quiero comunicar por redes porque se me hace ocioso reducir el conflicto a un post de Instagram o de Facebook.

—Además, la manera en que uno piensa a veces solo tiene eco en las personas que te siguen y no hay un debate real…
Exacto, no hay diálogo, porque la persona que no piensa como tú y que no te sigue va a encontrar tu post y solo llegará para insultar. Pero también pienso… ¿¡Cuándo hemos llegado a un acuerdo!? ¿¡Realmente cuándo nos hemos puesto de acuerdo Lima y las regiones!? Porque lamentablemente es así, Lima: centro del poder del Perú, las élites que viven aquí toman las decisiones, los medios de comunicación están tomados por los grupos de poder… entonces sientes: ¿¡Cuántos años pasaron desde la colonización y seguimos replicando estas estructuras!? Ya no sé si es que tengo una solución para este conflicto. Y encima la “solución” que encuentran estas personas (policías) es acallarlos y matarlos… ¡Dios! Ahorita mismo no veo una solución, y es frustrante.
—¿Has pensado en irte del Perú?
Sí, todo el tiempo lo pienso. Siempre pienso que no es el mejor momento, en parte porque aún tengo cosas que hacer aquí todavía. Me gustaría irme para crecer más que para huir, o quejarme “ay, Perú horrible”. Porque siento que tengo que aprender mucho aún y que acá no puedo como quisiera. Me gustaría desarrollarme en lo que hago para poder de alguna manera aportar algo aquí. Me gustaría salir del país para estudiar, para crecer, para aprender de otras culturas, de otros músicos, de otras experiencias. Aún tengo pendiente eso, pero sí creo que eventualmente lo voy a hacer.
(Antes de continuar con la segunda parte de la entrevista a Danitse, les ofrecemos un breve entremés sobre cómo fue que se nos ocurrió entrevistarla.)
Otra vez llegué a destiempo a un espacio que quería habitar. Esta vez fue un concierto de Danitse, en el Museo Central. Me la había perdido antes en el Icpna Jazz Fest junto al cuarteto de cuerdas, me la perdí en Arequipa estando yo por allá, y perdérmela esta vez, además en un evento gratuito, me dolió.
Esa tarde fue atroz, había trastabillado con una serie de infortunios que le habían otorgado a mi día una densidad insoportable. Por decir lo menos: una anciana de aproximadamente 65 años se cayó de cara en la vereda debido a un descuido mío. Entre otras cosas más que no quisiera recordar. En general, estaba descolocado. Por eso quería llegar al concierto, por eso tomé un taxi desde El Agustino (yo nunca tomo taxi) imaginando que al llegar, el sonido caería sobre mí como una lluvia purificadora, que se llevaría la culpa, el cansancio, la molicie, a una dimensión extraña, lejos del espacio íntimo donde pretendía refugiarme. Pues esa es la experiencia que me había ofrecido la escucha de De la Tierra al Sol en el pasado: intimidad, refugio, también interpelación.
Pero no se pudo, no se logró, “no” otra vez. Según el guardia, un par de minutos antes el aforo se había llenado por completo. Y tampoco insistí, de pronto me pareció que era un poco infantil ponerle el peso de mi salvación a un concierto, como si yo mismo no pudiera procurarme nuevas oportunidades de goce, como si no pudiera aceptar que a veces simplemente las cosas son así. Era de noche, me puse los audífonos y mientras paseaba por la ciudad tuve una idea: “¿Y si entrevisto a Danitse?”.
Segunda parte: Sobre la espiritualidad, su proceso creativo y el feminismo
—¿Tú prácticas meditación?
Sí. Yoga y meditación. No tan regularmente como quisiera, pero tengo mis rutinas.
—¿Y qué es lo que has descubierto en esos procesos?
Reconectarme con mi cuerpo, con mi respiración, y entender que el cuerpo y el espíritu están conectados, estamos conectados con todo. A veces creemos que estamos separados del resto, pero no es así. Todo esto que uno puede pensar que es mágico, es más real de lo que uno está dispuesto aceptar… y algo tan simple como encontrar en mi respiración un medio para estar bien, calmar mi mente, bajar mi ritmo cardiaco cuando tengo ansiedad, encontrar claridad cuando estoy muy abrumada, o no permitir que los pensamientos intrusivos ganen, o para encontrar concentración cuando tengo que crear. El yoga me da endorfinas, la sensación de salud y bienestar.
Y bueno… cuando ya te adentras más a la filosofía más allá de la práctica… [Se interrumpe a sí misma] Bueno, podría explayarme, no sé si este sea el lugar… pero sí me han pasado cosas muy locas desde que empecé a incorporar la meditación y el yoga a mi vida. Como empezar a ver cosas que no están y pensar que me estoy volviendo loca: imágenes, cosas muy vividas… y luego entender que es parte de la apertura de tus chakras. Empezar a ver cosas que no están es parte de abrir tus chakras superiores, y lo entiendo como algo humano, no soy la primera persona ni la última a la que le pasan estas cosas.
—Tal vez hay ciertas “cosas” percibidas por el ser humano que al estar fuera de su cotidianidad le generan una suerte de miedo…
Claro, porque no lo entiende, porque usualmente estamos tapados, bloqueados. Además, se trata también de una suerte de autoconservación, porque en el mundo cotidiano la sociedad nos exige ser autómatas, solo hacer sin cuestionar, entonces, ¿te imaginas si todos nos diéramos cuenta de lo absurdo de esta sociedad? ¿Que estamos en una mentira, viviendo una vida ficticia que no está relacionada con una real necesidad humana de conexión? Todos estaríamos llorando ahorita (risas).
—Si hubiera ese despertar colectivo…
Se caería todo.
—Me encantaría… sería un proceso que no podríamos ni imaginar
En algún lado escuché que nuestra glándula pineal se fue solidificando por una suerte de autoconservación, porque si fuéramos conscientes de que estamos conectados con todo… ¿te imaginas con qué intensidad experimentaríamos la empatía, con todo el dolor que existe en este mundo? ¿Con todo lo que está sucediendo en todas partes a todos los seres humanos? Lo sentiríamos todo y no podríamos hacer mucho porque estaríamos sintiendo el dolor del otro a cada momento. Aunque todo lo que afecta a uno afecta a todos, tal vez esta manera de sentirnos separados es una forma de protegernos.
—¿Ese contacto con la espiritualidad está más presente en el proceso de creación para el disco Augurio?
Puede ser, creo que el mundo invisible está más presente. Augurio es el llamado de un lugar que aún no existe, un llamado del futuro, un llamado silencioso que solo intuyes. En general, en casi todas las canciones hay esta sensación de fe en lo invisible. Y como es un disco que pasó por la pandemia, por toda esa sensación de enfermedad, también tiene una conexión con el cuerpo y la enfermedad, una voluntad de buscar la cura o de encontrarla en uno mismo. Creo que cada uno es responsable de su propia curación. Esos son los dos ejes del disco.
—¿Y la manera en que has escrito las canciones también ha sido diferente?
He querido escribir canciones que no tengan que ver solo conmigo, (Abordar) microcosmos y macrocosmos. Por un lado, hablo del cuerpo, del plano más chiquito, celular. De hecho, hay una canción que va a salir el próximo mes, llamada “Frágiles” y justamente habla sobre esa exorcización de tus enfermedades. Pero también he ido hacia lo más macro, para vernos como una célula social e intentar entendernos en nuestra historia y nuestro conflicto desde la colonización, que es donde nace la herida que cargamos hasta ahora. El hecho de haber estado en Cusco terminando de hacerlo, fue porque me parecía muy necesario estar allí, escuchar desde ese lugar y poder decir algo…
—En el aspecto visual del disco he visto referencias mitológicas, por ejemplo, la figura de la diosa Artemisa interpretada según el libro de Jean Sinoda, «Las diosas de cada mujer”. ¿Cómo tuviste este acercamiento?
Siempre estoy buscando formas de entenderme a través de lo que leo, herramientas para darle palabras a lo que siento. Y esta forma me pareció muy bonita porque es de alguna manera una interpretación de la complejidad femenina. De cómo a veces dentro de nosotras pueden estar activos muchos arquetipos de las diosas que entran en conflicto. Por ejemplo, hay un grupo de diosas vírgenes y otro grupo que no. Las diosas vírgenes tienen la cualidad de estar muy concentradas en su rollo: la cazadora, la mística, la abuela, la sabia. Pero si una diosa virgen entra en conflicto con, por ejemplo, Hera, que es la esposa de Zeus… Esos intereses chocan y tienes que aprender a lidiar con ello. Traducir esas contradicciones humanas en símbolos me da más tranquilidad, encontrar estas maneras de explicar algo donde hay caos.
Ese libro se me hizo interesante por eso. Y reconocí a la Artemisa en mí, sobre todo cuando tengo proyectos y solo tengo en la mira lo que tengo que hacer y puedo ser obsesiva. Pero lo chévere de este libro es que te hace ver las dos partes, “Ok, esto es lo bueno de ser Artemisa, pero también debes cuidar que no te desconectes de la realidad, que no te desconectes de las personas, que cuides la empatía…»
—¿Esa fuerza femenina que se identifica en Artemisa -que es también un símbolo feminista- te ha llevado a pensar en cómo te relacionas con tu público femenino? Porque imagino que ellas te ven como una referencia de mujer fuerte y eso exige una responsabilidad en ti. ¿Cómo asumes eso?
Sí, justo Artemisa es también el arquetipo de la hermana mayor, la que cuida a las doncellas y, de hecho, eso también me pareció interesante, porque yo he crecido en una familia donde soy la menor (de tres hermanas). Entonces, cuando creces en esa posición, te cuesta a ti ser la grande, la que protege, la que da el ejemplo, tienes que aprenderlo de otra forma. Yo siento que he tenido que aprenderlo justamente por la música y por lo que mencionas. Lo quiera o no, hay mujeres menores que me ven como algún tipo de referente, como una hermana mayor… ¡Y ya me siento bien con esa posición! Antes no me sentía cómoda; por ejemplo, durante el disco Viaje aún me sentía como la hermana menor. Pero ahora incluso me siento más completa, porque canalizo mejor ese instinto natural de cuidado… de sentir que estoy entregando algo delicadamente… escoger bien mis palabras o mis acciones porque no sé cómo eso va a influir en las personas que me escuchan con atención. Entonces sí, lo tomo como una responsabilidad.
—¿Cómo llegó la conciencia del feminismo a tu vida y cómo cambió a partir de allí?
Había leído sobre estudios de género en la universidad y nunca me cuestioné si era feminista o no, yo siempre me sentí igual (a los hombres). Creo que es parte de mi privilegio también el hecho de haber estudiado en una universidad donde en el plano intelectual todos podían ser iguales, porque lo que importaba ahí eran tus ideas, tu capacidad cognitiva, si quieres. Entonces nunca me sentí inferior en ese plano. Sin embargo, lo empecé a ver en otros planos. Me di cuenta de que mi forma de sobrellevar las situaciones incómodas era asumiendo la lógica del opresor. Yo empecé a reconocer que lo que era considerado un rasgo femenino, como la hipersensibilidad o el demostrar mucha emoción, era negativo. Reconocí rápido que todos esos rasgos entre comillas “femeninos” eran poco admirables, entonces asumí la otra posición: yo voy a ser “la dura”, “la intelectual”, “la que no se enamora”, “la que es más pata de los hombres”, en lugar de ser la femenina o la bonita. Empecé a rechazar inconscientemente todas estas características que erróneamente reconocí como debilitantes o denigrantes, porque te delataban como mujer femenina.

—Incluso te puedes sentir superior a mujeres que sí expresan su feminidad…
Exacto, es un tipo de misoginia al final. Terminas adquiriendo el papel del opresor. Y pues me costó darme cuenta de que eso era también producto del patriarcado y una sociedad machista. En ese aspecto no me sentí afectada por el machismo porque, claro, había adquirido rasgos de lo masculino.
Me tomó tiempo darme cuenta de esto, a raíz de los últimos años en los que felizmente se habla con más apertura del tema. Empecé a reconocer cuales eran mis rasgos machistas y me di cuenta de que una mujer no debería sentirse reprimida por expresar sus emociones, o que debe sentirse bien con su cuerpo porque el que sexualiza es el otro… aprender de la sororidad también, porque es verdad que las mujeres pueden verse fácilmente entre sí como una competencia, es decir… ¿por qué estamos compitiendo? ¡¿Por un hombre?! Es que está tan arraigado y lo aprendes. Creo que en los últimos años le puse nombre a muchas cosas.
Ahora, yo siempre me he sentido independiente, autónoma y etcétera, entonces en los primeros años diría que mi feminismo ha sido más de “acción” que de ideología. Pero luego se han articulado todas estas ideas y puedo decir que sí, me considero feminista.
—Leí que para el proceso del disco estabas colaborando con charanguistas mujeres de Latinoamérica. ¿Eso llegó a suceder?
Sí. Estoy en eso, estamos editando los arreglos con la charanguista de Chile, Valentina, y una charanguista de Argentina que se llama Adriana.
—Cuéntame qué has aprendido de esa experiencia o qué te ha parecido diferente.
Bueno, ha sido virtual. Yo las contacté. Primero hice una investigación sobre las charanguistas. Quise que hubiera una charanguista de Bolivia también, pero no quiso.
—Ah, ¿sí? Qué raro.
Sí pues, hubiera sido lindo, pero bueno. En el caso de ellas, fueron muy receptivas desde el primer momento que las contacté, emocionadas por ser parte de un proyecto así. Lo que me gusta es que ambas no solo son charanguistas, sino que también se dedican a la pedagogía. Son muy capas, tienen un gran talento. Creo que va a ser bonito que cuando se publiquen estas canciones en algún momento ellas puedan venir.
Es la primera vez que hago colaboraciones así, y me gusta que sea de instrumentistas, no de cantantes, porque a veces lo más común es que sean cantantes. Pero en este caso siento que hay algo simbólico en el hecho de que una misma ejecute su propio instrumento, porque estás haciendo la música con las manos, realmente estás creando.