Crónica por César Zevallos
En medio de los aplausos, Dafne sonríe. Habla suavemente, se dirige al auditorio con naturalidad. ¿Me oyen bien? Algunas voces piden volumen. Tras afinar la guitarra y conectar el plug, inicia lo que será el fin de la velada. Se ve relajada y curiosa. No es la primera vez, ni será la última, que presenta un acústico en la Casa de la Literatura Peruana, un espacio de libros y encuentros. Sus amigos del barrio están presentes. Sus amigos de la música también, y quién sabe quiénes más. Los libros están cerrados. A unos metros, el río no se hace escuchar. Pero ella es… Dafne en casa. Qué bonita metáfora.
Es el cierre de la V edición de “CreArte”, recital poético que organizó Estudios Crea el sábado 9 de marzo. Nos reúne, nos conforta, nos invita a pensar lo que Dafne lleva pensando desde antes de ser artista. Al respecto, tengo algunas ideas que me gustaría compartir.
1) Dafne suele abrir sus conciertos acústicos con “Intro”. Una canción en homenaje a la música. Al deseo de hacer música, pospuesto durante mucho tiempo. A los tiempos perfectos del proceso creativo. A la desesperación, la duda y la paz. Una canción de Dafne para Dafne. Para todos los que se relacionan con la música como un ente tan grande como el universo.
2) No sé si es cierto o simplemente alucino: Dafne, al tener plena consciencia de su alrededor, se ha enamorado del universo. Pero eso no quiere decir que esté confundida. Tampoco significa que no tenga dudas. Las dudas no le impiden confiar en las personas ni decir nada de lo que dice, más bien la empujan a explorar y, en ese duro trance, a recuperarse de los conflictos que surgen y mirar con optimismo desde su melancolía. Es libre en su amor. Y es libre, también, en manifestar su dolor.
3) La versión de estudio de “Yo ahora”, una canción con arreglos electrónicos que van in crescendo y toques sinfónicos que recuerdan a Björk, es la favorita de los seguidores de Dafne. Lo he visto en sus conciertos. Todos gritan con más fuerza cuando comienza, a todos les brillan los ojos cuando llega el cénit (pueeede más…), a todos nos quita vida el tráfico de la ciudad. No obstante, vale darle su lugar a la versión acústica, exenta de ornamentos, la versión de la Casa de la Literatura Peruana. Soy un charco, de palabras, todas mal escritas, flotando… Es una imagen que encuentra en la desesperanza y confusión, un reducto escondido de supervivencia y belleza. Sospechoso del resto, me entra curiosidad saber qué piensa este público lector, inmerso en grandes historias y versos. Porque en sus asientos no dicen nada y al terminar esta velada, se van rápido. No se inmutan, de repente están asimilándolo o no lo entienden. Puede más, el tráfico de la ciudad, ser más paciente, que yo ahora, ahora. Me hubiera gustado sentarme en el suelo, a un ladito para no interrumpir, y bailar estático, moverme un poco, pero me cohibía el ambiente… Al menos, desde aquí no se oyen los autos.
4) En una escena de El efecto mariposa, Kayleigh exige a Evan viajar en el tiempo para cambiar el destino trágico de su familia y “enderezar un poco” su vida. Tras repetidos intentos fallidos (y un fallido intento de suicidio), Evan finalmente puede ayudarla, cortando para siempre y de raíz su vínculo con Kayleigh. Si no la conoce, no puede causarle dolor. El dolor, sin embargo, es inevitable. A Evan solo le queda la resignación del adiós, la película termina así. Haz un cambio en mí y no podrás con las ideas. Sí… ¿Cuántas ideas de cambio desechamos en nuestro proceso de crecimiento? ¿Cuántas otras confrontamos sin éxito con la realidad? Dafne no teme equivocarse. Está lejos del derrotismo, se eleva sobre él. No sabré qué sienten las aves, si no aprendo a volar. Esa puede ser la salida: moverse del hábitat, olvidarlo si es posible. Buscar la libertad.
5) Para luchar por esa libertad, es necesario vivir un proceso doloroso, que amerita no solo voluntad de cambio sino una voluntad crítica, obsesiva e imaginativa. El trabajo lírico de cuestionamientos internos que acostumbra plantear Dafne, puede ser entendido hasta cierto punto por los hombres. Podemos no apegarnos literalmente a las letras, podemos evadirnos de ellas, interpretar libre y antojadizamente sus significados. ¿No creen que ser así es un tanto cretino? Es que vivir el desamor desde un rol femenino es completamente diferente a sentirlo desde lo que uno es. “Contra el viento” puede ser de los ejemplos más ilustrativos. Mi libertad es una mierda, como en las telenovelas, una ilusión de promoción, una obsesión. Aunque esa noche Dafne no la tocó, lo cual fue raro (sí, la extrañé), la canción es una muestra de la divina sensibilidad y fortaleza femenina. En realidad, eso transmite Dafne en todas sus canciones. Sin embargo, no termino de comprenderlo. Me gusta que sea así.
Fotografía de portada por Estudios Crea
