Y el shoegaze dónde está

Escribe John Estrada aka Solobones
Diseño por César Zevallos

Sueño Púrpura es la última apuesta del sello Buh Records. La banda limeña que ha generado más expectativa en el último año, liderando una pequeña movida, pero consistente, donde se agrupan todas las bandas que hayan pasado por el festival “Ruido y magia” que organiza con inusitada frecuencia la banda Solenoide. Agrupaciones como San Germán, Umi Murasaki, Hömi Hömi y un pequeño etcétera, oprimen con una inquietante semejanza los delays y se dejan llevar por un solipsismo preocupante, sin mayor cuota de empacho por abrazar el copiar pegar.

Pero si alguna banda destaca con distancia entre ellas, es justamente Sueño Púrpura. Una escisión de Parahelio (Ontaneda y Ortega en las guitarras), que suma las percusiones del –y hay que decirlo– omnipresente de la movida limeña: Juan Camba (Búho Ermitaño, Parahelio, Carótida, etc.). Sueño púrpura es el intento de Rodolfo Ontaneda por generar estructuras más pop en su imaginario musical. Aquí encontraremos voces, sea en spoken word, o en clave poética, bajo los vocales de Jandy Torres (a quien le hubiera ayudado arroparse en la mística shoegaze), envueltos en un combo percusivo potente y muchas, pero muchas regrabaciones de guitarras. Se perciben las reminiscencias de un Bark Psychosis en coca (la notable “Granate”), las mescolanzas post rockeras de Explosions in the Sky bailando con Deftones (“Luz Inerte”), el esfuerzo Smashing Pumpkiano del potente sencillo (“La Niebla”) y los ecos Lucybellescos que se preñan con Sonic Youth (la imponente “Mora”).

La fiel y sorprendente fanaticada de Sueño Púrpura no se llevará sorpresas con el setlist. Son los mismos temas que se han tocado siempre con una que otra variación de orden y duración en los múltiples conciertos locales que la banda nos regala. Y está claro que el oficio de la ruta, es el que la banda quiso capturar, y recalcamos el quiso; pues si hay un dolor para quienes esperábamos comiendo ansias esta placa, este radica en el sonido del disco.

Queda claro que hay una intención de capturar la esencia de la banda en vivo, que quien los haya disfrutado, sabrá entender que supura ensoñación y herbívora fantasía, pero dicha intención en este registro, no se llega siquiera a rozar. La experiencia sonora es contenida, comprimida si no se escucha con audífonos (aunque quizá esto ya sea un ritual en vías de extinción) y atolondrada en aquellos aspectos que se desean resaltar. Sr. Carranza, sabemos que hay limitaciones económicas y de tiempo, pero ha habido mejores resultados con menores presupuestos.  

Y si bien el disco es potente, y seguramente alcance presencia primordial en las listas de fin de año, hay algunos aspectos tramposos en su puesta: 1. Aquí no hay shoegaze, hay post rock puro y duro. 2. Las suites son el fuerte de la banda, y debería asumirlo como tal, pues los intentos debajo de los 5 minutos, son lamentablemente los más flojos del álbum. 3. La portada es, por lo menos, cuestionable.

Sueño Púrpura recuerda lo ocurrido con el primer disco de los Smiths, un álbum muy esperado, que convenció pujando a largo plazo, pero que nos dejó con la sensación de que no reflejaba a la banda de verdad. Creo firmemente, en el sueño, mientras tanto, que continúe la pesadilla de la realidad.

Nota:
*Este solipsismo es un cuestionamiento personal permanente y digno de ensayo, pero da la sensación de que la escena limeña está imbuida en una experiencia individual, conscientemente subjetiva, que no busca conectar y que cada vez se aísla más en esa búsqueda; probablemente absorbiendo las influencias anglosajonas más dislocadas que la red permite disfrutar. Y esto, es peligroso. Una experiencia solipsista colectiva (sí, somos conscientes del oxímoron), sólo nos llevará a la pérdida de movidas, al goce individual por encima de la conexión, y a la instauración plena del neoliberalismo musical. Nótese que las experiencias colectivas más significativas y no institucionales en el Perú, han sido las del movimiento subte, de la movida rock de inicios del nuevo milenio, de la movida chicha en los ochentas, y paramos de contar.

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