Reseña por César Zevallos
Son pocas las bandas que oí en mi temprana adolescencia, y que hasta hoy me siguen sorprendiendo. Por pura nostalgia. Por ganas de revivir momentos perdidos. Tal vez, estos motivos son falsos, y simplemente no encuentro forma de desanclarme de White Poney, pero una vez que empieza a sonar, prefiero el silencio para examinar mis propias contradicciones, que son tierra fértil para una apreciación más o menos objetiva acerca de este álbum publicado en el año 2000.
Es innegable la capacidad que tiene Deftones para evocar experiencias por territorios de oscura seducción, usando una paleta sonora ecléctica (electrónica/shoegaze/industrial). Sonidos que se mezclan de forma sólida y efectiva con una voz de suave fluir que sabe navegar en la crudeza instrumental y lírica. Esta capacidad llega a su punto más alto en White Poney, uno de sus discos más celebrados y exitosos a nivel comercial, considerado una obra fundamental para las posibilidades que se vislumbraban en el metal alternativo de inicios del siglo.
Derribando las barreras del género, elevan al sufrimiento, el desamor y la muerte a un imaginario atractivo, donde reside una energía que parece sedar y, a la vez, radicalizar el ánimo, bajo la notoria influencia del carácter cambiante en los sonidos (la alternancia de registros heavys y espaciales).
En el peculiar estilo de White Poney, se teje una sensación de arrastre, una invitación a dejarse llevar, pero desde una posición todavía hermética y sedentaria, motivado tal vez por el anhelo de algo que parece perdido: ¿confianza? ¿amor? ¿empatía? Como fuera, hay muchos elementos que guardan, sin ostentar mucha complejidad, una mística interesante que envuelve toda la propuesta y eleva al metal a un importante nivel de refinamiento que, hasta hoy, resulta innovadora.
