Maradona, astro musical

Ensayo por César Zevallos

Yo ya no existo sin pasado
entre la oscuridad y la luz
“Maradona blues”, Charly García

Life

Llámenme fanático (es genial, créanme), pero el fútbol nunca, nunca más volverá a tener a un rockstar como su mayor exponente. Sí: fútbol, rockstar. Ahora resultaría imposible por la inmensa mayoría de futbolistas adocenados por el sistema, pero tiempo atrás eran palabras que entraron en una fecunda complicidad… cuando una mítica figura humana se desplazaba en los mejores estadios de fútbol, disparando flechas de anhelo en cada movimiento. Apuntando a lo más alto: una vida de placeres y peligros que asedian la búsqueda de lo real. Como un músico que lleva su vida en una permanente gira de conciertos, bajo el peso de ofrecer júbilo y catarsis a un público sediento que se hacía más y más grande, y pedía más y más demostraciones de amor. Gloria eterna para quién sea capaz de soportarlo.

Todas sus aventuras, infortunios y caídas estaban permitidas; aunque eso haya implicado saberse con licencias para proferir oprobios a quienes discrepaban con él y cometer algunos errores gruesos, como lo haría cualquiera. De tanta humanidad irrigando por las arterias, cómo no dejar que el alma arda, aunque pueda causar un dolor irreparable: arder tanto hasta volver oscuro tu propio destino. Incluso así, ¡amar la libertad de hacerlo por encima de todo! Ser auténtico con tu esencia y tus palabras, para cumplir un sueño, que era también el sueño de las multitudes. Eso era único. ¿Quién en este mundo podía realmente descartar el tú debes por el yo quiero? Nietzsche hubiera admirado a Diego Armando Maradona. Por eso quienes lo tratan solo como futbolista, no ven la polisemia de su personalidad, lo subestiman groseramente: Maradona no solo fue el futbolista más talentoso de todos los tiempos, sino la encarnación de la voluntad de poder. Si Pelé cantaba y tocaba la guitarra con destreza y encanto, Maradona era la música misma, paseaba por la vida como un sonido: vibrante y omnipresente, transgresor como él mismo, aunque muchos no hayamos logrado saber de dónde venía y hacia dónde se dirigía. Tal vez ni él mismo. 

Is life

En los lugares que visitó, generaba un ambiente ardiente y fervor por las altas expectativas de su sola presencia. Verlo jugar era mágico, nunca defraudó. Escucharlo hablar en los medios de comunicación, siempre sacaba una sonrisa o dejaba una lección de rebeldía y humildad, un chiste, una anécdota graciosa, una frase para la historia. Son conocidas sus polémicas, denuncias y embestidas contra lo que consideraba inaceptable. Pero su relación con la música, estaba en un nivel distinto. 

Maradona siempre estaba dispuesto para las fiestas: como buen atleta, sabía mover el cuerpo para someter voluntades. Y era, además, un sujeto avezado y dionisiaco. Amanecidas, sexo, música, alcohol, drogas, sobre todo cocaína, mucha cocaína. Era su cóctel, su dieta preferida. En una de esas aventuras nocturnas, se topó con los hermanos Gallagher, de Oasis, en el bar de un hotel en Buenos Aires en 1997. Liam cuenta que vieron a Maradona haciendo pataditas con la tapa de una botella, flanqueado por un montón de tipos nada amigables y con la compañía de algunas mujeres de la noche. Al rato, después de que el guía intérprete de los Gallagher se comunicara con Maradona para que lo conozcan, se dieron con la sorpresa de que los había amenazado con dispararles si se iban con alguna de esas chicas. Solo pudieron tomarse una foto con Diego y salir, prácticamente huir, rápidamente. 

Como pasa con los ídolos populares, no podían faltar los artistas que se inspiraron en su vida para componer una canción. “Live is life”, de Opus, fue uno de los casos más conocidos. Esa canción se convirtió en el soundtrack de su versión más saludable. Un cántico vital, un tanto cursi, que se oye en el estadio cuando entrenaba con el Nápoli, club italiano donde lo quisieron tanto o más que en Argentina. Esa energía para alentar, aplaudir, jugar con el balón al ritmo de la música. Calzaba perfecta para las previas a un partido de fútbol. 

Quien sí tuvo una intención, aunque no planeada, fue Charly García, otro rockstar argentino de talla mundial. “Maradona blues” fue el tema que compuso junto a Claudio Gabis, inmediatamente después de enterarse de que Maradona fue tachado para seguir compitiendo en el Mundial Estados Unidos 1994. Charly cuenta que un bajón se apoderó del estudio de grabación. Era crear como paliativo o atravesar un mal viaje, quizá el peor de todos. Por suerte, ofreció un blues simpático que recuerda al ocaso de una tarde de verano. La canción era tan, pero tan buena que el mismo Charly la eligió, el día de su cumpleaños, para rendir un tributo televisado a Maradona.

Hasta que apareció, seis años después, el himno mayor: “La mano de Dios”, cantada por Rodrigo Bueno y compuesta por Alejandro Romero en homenaje al gol que Maradona anotó (con una manazo) a Inglaterra, el gol más sinvergüenza de la historia y el más importante de su carrera. Una cumbia con la frescura y exuberancia del rock. “La mano de Dios” es como un viejo cofre: dentro de sus duras cavidades, esconde la historia de una persona, sus secretos, su obra en vida. Maradona, al saber que la letra resume su trayectoria completa, la cantó, en primera persona, en el documental de su vida: Maradona by Kusturica del cineasta Emir Kusturica. En presencia de su esposa, sus hijas y los amigos que nunca faltan en los momentos felices, Maradona rápidamente es secundado por el séquito que siempre lo acompañó, pero ahora en el canto. El canto de todos. Porque “La mano de Dios” solo tiene sentido para cantarse en colectivo. Como bien lo hizo Rodrigo cuando visitó a Diego en Cuba, en medio de su proceso de rehabilitación por una sobredosis de cocaína; para cantarle, abrazarlo cabizbajo y finalmente besarlo, con orgullo.

Aquella no fue la primera vez que Maradona se animó a cantar. Antes, ya lo había hecho con el dúo Pimpinela. “Querida amiga” es la prueba de que no era simplemente un aficionado: Diego era un artista. El sentimentalismo era su fuerte, ¡cantó un tango! Otra vez, se trató de su historia de carencias y adversidades. “El sueño del pibe” es, a mi parecer, la prueba más convincente de que Maradona, de no ser futbolista, hubiera sido un rockstar a tiempo completo. Es decir, lo fue, sí. Pero, si lo hubiera sido en sentido estricto, no se hubiera reído como lo hizo al final de ese tango, con la risa de quien está contento por cometer una travesura, salirse con las suyas, hacer música como un momento feliz, de tantos otros, y nada más.

¿Es posible decir que Maradona fue un astro musical? ¿Que, así como entregó su vida al fútbol, lo hizo con la música? Aunque la evidencia diga lo contrario, puesto que no llegó a desarollar una carrera musical, el espíritu de Maradona ha sido tocado por melodías fibrosas que templaron el vigor en su espíritu. La música siempre ha orbitado alrededor de su vida, estuvo atada a su personalidad. Maradona fue música para los espíritus que no oían a nadie, ni a su propia voz. Que viva por siempre Maradona.

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