Ensayo por Agustín Ricci
Diseño de portada por Víctor Pérez
1. De no describirlo en forma de canción, identificaría “Angel” como un lugar. Como un espacio cerrado difícil de soportar. De esos lugares tan sofocantes que te obligan a pensar en huir. Salir corriendo en busca de la salida más cercana. Pero en “Angel” todas las puertas están cerradas. Todos los huecos están tapados. Y el ambiente es tan compacto que invade el cerebro en forma de ritmo. Lo duro es que, aunque oscura, “Angel” sigue siendo seductora: hay veces que necesitamos sentirnos dentro de estos lugares.
Un lugar parecido a este tipo de ambiente son las cárceles. Sin embargo, es muy difícil que alguien quiera estar dentro de una cárcel de forma voluntaria. Los muros de las celdas asfixian, pero carecen de esa sensación que acompaña a la oscuridad de “Angel”: la incertidumbre de una remota alegría. El aire acabando. La necesidad de estar dentro. Esperando a lo que ocurra en los siguientes segundos. Si cambia en algo el ambiente. Si se calma. Si prosigue. No. Una cárcel no es lo preciso. Creo que un lugar más preciso sería una pista de persecución. En el momento justo donde ganaste unos metros a los perseguidos para ingresar a un espacio amplio, tan abierto como un campo al aire libre. Y sin ninguna salida al alcance.
2. Mezzanine, disco donde está incluido “Angel”, representó una etapa de cambio para Massive Attack. Mezzanine es un disco preponderante en distorsiones y ritmos eléctricos, abrasivos y violentos. En comparación con sus discos anteriores ―Blue lines y Proteccion―el ambiente detrás de las canciones se siente distinto. Tonalidades ya no se encuentran, texturas nuevas aparecen; el sonido está cuajando a una dirección nueva. La parte más oscura y pesimista, latente en cada una de sus canciones anteriores, tomó el control de la nave. Además, es la época donde su ambición escénica crece, con una mayor cantidad de músicos de apoyo y un vanguardista juego de luces. Sin embargo, los cambios no fluyeron en todas las direcciones. Trascendió que Andrew Vowles abandonó la banda en desacuerdo por la dirección creativa que tomaba el proyecto.
Productor y DJ, Vowles fue el miembro más enigmático del grupo. Casi no existe archivo de sus entrevistas escritas y, en las pocas apariciones en televisión de Massive Attack, sus intervenciones constan en asentir con la cabeza mientras su cuerpo se posiciona en dirección contraría al entrevistador. Pero si Daddy G (Grant Marshall) aportaba la influencia del reggae y la 3D (Robert Del Naja) la del punk, Mushroom era el hip hop.
Un hip hop en ciernes que absorbió a los 15 años como el fondo musical de su escuela del Bristol negro. Franqueada por skinheads y coches antidisturbios, los parlantes de las camionetas apeadas afuera del colegio le mostraron a Vowles que existía un ritmo capaz de contener orgullo y rebeldía negra. Su camino de exploración por este inusual género lo llevó a la tienda de discos Revolver, donde inquietado por la cantidad de referencias a algo llamado “The Wild Bunch”, preguntó al encargado lo que era, a lo que Grant Marshall respondió: Yo soy The Wild Bunch. Así inició su participación en la agitada escena underground de su ciudad. Construyendo una identidad como miembro del colectivo ―que luego se partiría para dar lugar a Massive Attack y Soul ii Soul, entre otras agrupaciones―; adquiriendo sus primeras experiencias como productor; observando de cerca los vaivenes en el inusitado éxito y rápido derrumbamiento del proyecto.
A Vowles le dicen Mushroom por la cantidad de hongos que solía consumir en su juventud. Una adicción que quizás no solo le dió su nombre, sino también su personalidad. Mushroom es un tipo que parece siempre absorto. En las presentaciones rehuía al performance, su rostro no dejaba de mirar en dirección al suelo o decidía solo sentarse en una parte del escenario sin hacer nada. Daba la impresión de cierta incomodidad. De alguien escondiéndose de las luces. De alguien soportando poco la presencia invasora del público. Escribo en tiempo pasado porque de Mushroom solo puede hablarse en tiempo pasado. Luego de su salida de Massive Attack se alejó por completo de los escenarios y las entrevistas. Es extraño que un miembro principal de una banda famosa desaparezca así sin más del ojo público. Ni una entrevista escrita, ni una aparición corta en un podcast, ni una tímida sesión de fotos, ni siquiera cuentas en redes sociales. Una foto en Instagram del 8 de diciembre del 2018 es su último rastro. Parece que un músico japonés lo encontró en su ciudad y le invitó a comer.
3. Podría no ser una persecución, sino la caminata en una especie de desierto. Con la promesa de nada más que conservar tu vida, aunque la meta final sea un nuevo desierto.
4. En mi familia está la historia de un hombre que tuvo que recluirse en el monte. No es una historia que se cuente con orgullo, casi ni se cuenta. Sin embargo, creo que de alguna forma hay cierta mística en no dejarse atrapar. La cárcel está llena de tipos que no aceptan sus culpas, pero que se dejaron atrapar. Aceptar que la cagaste y no dejar que te atrapen, huir a otro tipo de reclusión de manera voluntaria; es una forma de aceptar el castigo social, más no la forma. La vida en el monte puede ser tan monótona como la de una celda, tan solitaria como la de una celda ―imagina no hablar con nadie por meses enteros―, por algo las cárceles más duras son las que imitan el aislamiento de un campo desértico. ¿En qué habrá pensado cuando el bote subía sobre el río y toda actividad humana le empezaba a parecer lejana? Esto será ahora el resto de tu vida, se habrá comentado en segunda persona, ya acostumbrándose a tener a su consciencia de única compañía. Puede que haya sentido alivio. O quizás solo desesperanza. Al saber, que una vez pisado el monte, se acaban los lugares a donde huir.
5. ¿Tendrá alguna relación con el mal estado de ánimo preferir este tipo de canciones? Puede que no. Que solo queramos perdernos en un ritmo bien elaborado. Prestar demasiada atención es lo que complica el juego. El efecto secundario es que puede avivar una necesidad de más. Correr el riesgo de desencadenar más de esas tonalidades oscuras, absorbentes, densas. Perderse en el mundo de nuestras peores emociones. Pero, ante todo eso, ¿hay algo de malo en no buscar dopamina por algunos minutos?
6. Rap, electrónica, rock, reggae, soul, pop. Las artistas de género pueden convertirse en algo predecible luego de décadas de discos producidos. Se aprende a conocer las estructuras de las canciones, el momento en que llegará el coro, en el que la letra se tornará confrontacional, el espacio para respirar, los segundos que necesitan de nuestra mayor atención. Es entonces cuando descubres una canción por casualidad y piensas: ¿Qué se supone que es esto? ¿A qué suena? Para encontrar una respuesta la primera dirección a la que recurrimos casi siempre es buscar la etiqueta. Si son raperos, rockeros o un conjunto de DJ. Luego, etiquetado ya el artista, nos adelantamos a la sorpresa. Imaginamos cómo deberían lucir, qué tipo de letras encontraremos en sus otras canciones, su manera de hablar, de comportarse en el escenario, sus opiniones, sus lugares de procedencia. El género musical puede definir fondo y forma. Proyectos y personalidad. Existen las excepciones, claro, aunque es realmente difícil hacerle frente al poder de la totalidad. Los que crean nuevos géneros, o hacen lo suficiente para volver a su música algo complicado de clasificar, no encuentran estas presiones. ¿O alguien le indicó a Robert del Naja como tenían que lucir los músicos de la escena de Bristol? Justamente uno de los puntos más radicales de Massive Attack es su modo de escapar a los papeles asignados por la industria. Sus discos toman forma a través de colaboraciones, sus integrantes carecen de personalidades extrovertidas, toman parte en conflictos políticos, son el resultado de un proceso local: los ritmos mezclados del inmenso mundo de Bristol.
7. Se puede decir que Horace Andy es el cuarto ―o el tercer, luego de la partida de Mushroom― miembro de Massive Attack. Presencia constante en cada uno de los cinco discos, las tonalidades de su voz han contribuido en la creación de sus extrañas atmósferas. Ya era una leyenda de la música jamaiquina cuando conoció por primera vez el proyecto ―además de una influencia sustancial en el estilo de Daddy G―, sin embargo su nombre no era tan conocido en el mainstream inglés. La colaboración con Massive Attack le daría una nueva legión de seguidores, aunque volvería su voz irreconocible hasta para sus propios oídos. El Horace Andy solista es un músico de interpretaciones cálidas y narraciones de corte social. El Horace Andy de Massive Attack es un ángel. La melodía dulce de una voz inquietante. El mensaje de amor que trastorna a los oyentes. Pocas veces un ‘love you’ suena tan parecido a una plegaria.
8. “Angel” es una canción que obliga a pensar su significado. A primera instancia el título siembra pistas, pero a medida que la narración avanza las respuestas sólidas se deterioran. En “Angel” una voz se aferra a un supuesto ángel como la solución a sus ruegos. La especulación que ha girado en torno a la letra es que trata sobre la adicción. En ese lugar se estarían los ojos del lado oscuro, cuya mirada neutraliza a cada hombre que apunta. ¿“Angel” es entonces la medicina o la droga? ¿Los esfuerzos por salvarse o la aceptación de la renuncia? Incluso con la canción en los segundos finales es complicado encontrar una respuesta. Quizás todo sea demasiado ambiguo y los ruegos se mezclen en una misma imploración, en una oración en el último segundo antes de perder toda esperanza, antes que el ruido crezca tanto que anule todas las salidas.
