Un futuro perdido

Crónica por César Zevallos
Diseño de portada por Víctor Pérez

Más celestes que aquellas centelleantes estrellas
nos parecen los ojos infinitos que abrió la Noche en nosotros

Himnos a la noche, Novalis

Como tantas otras veces, cerré la puerta de la habitación vieja al anochecer. Esperé que esos lejanos horizontes azules destilen su aroma de aventura y presagio. No oía casi nada del exterior. Tan solo voces, a lo lejos, como murmullos fugaces, aislados. ¡Ah, la noche, el silencio! Me puse los audífonos, para no oír nada, que es una forma de oír todo. Cualquier leve movimiento propio, lo escuchaba con nitidez, como si me hubiera convertido en una caja de resonancia. No había luces ni ventanas hacia la calle, tampoco interés alguno en salir y ser parte; si se quiere, fue una renuncia a la lógica. El ahora suspendió el curso de realidad.

Cuando los vínculos humanos revelan su imposibilidad, acudir a la música puede ser una denuncia. Enclaustrarse voluntariamente, parece una buena opción para no ser, o ser por completo otra persona. No hay nada como desertar, ser libre y dudar. ¿La música puede sugerir o fortalecer ese estado? Sí, la música puede diluir el miedo a los abismos. Puedo contar, entonces, por qué el álbum Untrue, del acto musical inglés Burial, es una experiencia sugerente para los solitarios.

Me presentaron a Untrue como el trabajo más celebrado de Burial. Por su carácter rupturista dentro de los estándares contemporáneos de la música electrónica y, sobre todo, por su talante existencial [1]. Años después, encontré al disco en sintonía con este mundo distópico. Tal vez por su andadura desgarradora y fantasmal o por los cantos que se figuran ecos de una noche (la última de las noches) que acaba de llegar a su fin.

Esa noche, me tiré al piso para ver, en los contornos de cada objeto, los entresijos de cada canción, los límites de su oscuridad. Con Untrue uno se adiestra en el ejercicio de recordar, no el pasado que estuvo ahí y sus cualidades culminadas, sino la virtualidad de ese pasado, es decir, su propio futuro, pero ahora perdido. En esencia, lo que pudo-ser-y-no-fue. La disconformidad ocupa ahora el sitio de mi piel, cuántas cosas uno quiere cambiar o recuperar… Untrue tiene una rítmica oprimente, busca personas como la de su portada: cabizbajas, con los ojos cerrados y un rostro perturbado. Personas que vean el tiempo como una medida imperfecta, odiosa, engañosa, culminante, que renieguen de su aparente urgencia por establecerse en medio de nuestros vínculos. De repente, me niego a ver el aspecto pragmático del tiempo, el que dicta la sensibilidad de la época y hace creer que las balas no son plomo metálico sino témperas coloridas cuando son lanzadas a quemarropa, en nombre de una farsa [2]. (Algo tan ridículo como eso puede explicar la indiferencia política). La música de Burial es capaz de sugerir el vacío sin fondo de la muerte.

Enseguida, el álbum empezó a desmantelar la noción del tiempo y la realidad. “Archangel” y las fisuras de la ausencia (Holding you. Kissing you. Loving you. Tell me I belong). El amor nunca será suficiente. Lo que amaste quedará, en algún momento, sepultado, como quien se sumerge en la catarsis de “Near Dark”: I can’t take my eyes off you. Una olla a presión de la que emana una atmósfera elíptica. La dosis de encanto de estos parajes ambientales viene de la voz de Cristina Aguilera en “Ghost Hardware”, como si se estuviera desbarrancando en un agujero sin fin. “Endorphin, un túnel de aullidos que claman por amor. “Etched Headplate”, una visión más celestial, aunque no menos oscura, del asunto: Dark angel, fall from the heavens above, send me an angel to heal my heart, from being in love. “In McDonalds” emerge como la más ambiental y conmovedora de todas, al menos de momento, tal vez porque se trata del interludio hacia la otra mitad del disco.

Como una pausa al rito, o una forma de sobrellevar el desencanto, reparo que Untrue se creó por alguien que vive en Londres. A veces, olvidamos la facilidad de oír música concebida en territorios completamente distintos. Me genera intriga reproducir Untrue en esa habitación vieja, en un barrio aún más viejo y con olor a muerte. (Muy cerca está el primer hospital del Perú republicano, dipsómanos y otros desahuciados se suelen reunir en el parque contiguo, las funerarias hacen su agosto de enero a diciembre). ¿Será torpe preguntar si Burial conoce Lima? ¿Esta metrópolis en decadencia, tendrá similitudes con Londres? ¿Qué antenas nos conecta? ¿O será más bien que ambas ciudades padecen las contradicciones del supuesto progreso? ¿Quien, a estas alturas, puede creer en el progreso? La música de Burial puede llevar al encuentro con signos en común. Vuelven a las distancias y las fronteras, mitos de escuela, y probablemente procura el desvarío y soliloquios como este.

Al rato, me levanté a ensayar algunos pasos. Llega “Untrue”, con una sustancia viscosa y magnética que levanta el telón de la realidad; tiene un sonido maldito, va desde el 4:43 al 4:49 y se repite con más énfasis desde el 6:00 hasta que termina la canción. ¿Qué es? Me pareció un haz de luz que atraviesa la desolación. Segundos después, me generó lo mismo el repetitivo Love you so y las densas capas que te envuelven en “Shell of a Light”, cantos que flotan en la habitación como un fantasma que se arrastra para atisbar en la neblina, salir de ella… Ya no sé si quien escribe esto es la misma persona que lo vivió. “Dog Shelter” bajó un poco las revoluciones, fue más ceremonial que sus predecesoras; las campanadas en el 2:29 me produjo una sensación de vacío que se prolonga hasta oír “Homeless” y su nostálgica aura de sueño en trance. 

Otra vez, con frío en el piso. Ligeras ondulaciones del aire fluyen en la espesura de la habitación cerrada. A “UK”  llego cansado, no me dice nada nuevo. De “Raver”, la última canción, no recuerdo casi nada, solo esos sonidos “esféricos” (aparecen con más claridad del 2:50 hasta el 3:16) como un recurso más bien agotado. ¿Será que me cansé? Me recompuse rápidamente y abrí la puerta para ver, nuevamente, la realidad, el tiempo en su gloria, la rutina y todo lo demás. No quiero que la soledad se aleje nunca. No sé qué haría para no volverme loco. 

Notas

[1] Hace algunos años encontré a Untrue como cabeza de sendas listas de música electrónica del siglo XXI (Pitchfork, New Musical Express y similares). El efecto de sentido de esta obra convierte al oyente en un sujeto “condenado” hacia el subjetivismo como operación vital, es decir, un oyente que “empieza por ser algo que se lanza hacia el porvenir (…) un proyecto que se vive subjetivamente”. Su sonido interpela con tal densidad que facilita el encuentro con uno mismo, te convence de la “imposibilidad para el hombre de sobrepasar la subjetividad humana”, con sentimientos como la angustia y el desamparo floreciendo por situaciones límite. (Las citas vienen de El existencialismo es un humanismo de Jean Paul-Sartre o, en caso se quiera ilustrar la idea, visionar Taxi Driver de Martin Scorsese porque coincide con las ideas expuestas; por cierto, ¿quién puede dudar de que al atormentado Travis, personaje principal, le hubiera encantado oír “Shell of Light” mientras se convencía de ser un héroe?).

[2] Sirva esta metáfora para sentar una posición hacia el ahora que, lo acepto, muchas veces trato de evitar: estamos en contra del aparato represivo de las fuerzas del “orden”, en cualquier momento y lugar, sobre todo en el actual estallido social del Perú, a causa de un dictadura que se ha llevado más de sesenta vidas. Se viene la tercera toma de Lima…

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