Editorial
Nos dotamos de sentido por (y en) el espacio. Y nos movemos, sin pagar favores a nadie, por un motor que nunca se detiene. El motor inmóvil de Espacio Sonido: revelar nuestra humanidad.
El ser humano esconde un instinto musical —tan animal como cerebral—, una capacidad innata para disfrutar y reflexionar sobre la música. En Espacio Sonido buscamos despertarlo, para sintonizar juntos el modo de escucha que nos llevará a promover el nuevo concepto de periodismo musical que presentamos al mundo.
Un periodismo musical, disidente y atrevido, autocrítico y cáustico, que así como trasciende sus propias limitaciones epistemológicas recurriendo temerariamente a otras disciplinas, también está dispuesto a librar una lucha permanente contra toda institución o grupo de poder que, pretendiendo imponer una única forma de hacer periodismo y ver la realidad, olvida que nuestro preciado objeto de estudio —la música— no es un animal disecado, sino un organismo vivo y vibrante: un organismo eminentemente cultural, estético y político. Por lo tanto, la música no debería ser una vía de escapismo para mentes pusilánimes ni espíritus dormidos, mucho menos un refugio para camuflar el silencio y la inacción ante los estallidos sociales. Jesús Martín-Barbero tiene razón al señalar que el arte está amenazado de morir, o sea, de perder su capacidad de oponerse y cuestionar «lo real», y por lo tanto, de rehacerlo y recrearlo. Debemos salvar a la música.
Gran parte de los actores que orbitan alrededor de la industria musical —medios, sellos, periodistas, críticos, gestores, aficionados, investigadores— se encargan de erigir o derrumbar al artista, como si la mirada hacia la música se terminara ahí, o como si solo se buscara crear una experiencia “sublime” o “pura” (Simon Reynolds criticaba que la música más estéticamente aventurada solo pretendía «partirte» la cabeza y ya); además, se conforman con solo informar sobre las últimas novedades o acontecimientos musicales, como si la catarsis de oír el último álbum o asistir al último concierto fuera el horizonte de nuestra intimidad sensitiva. Nosotros no somos publicistas ni promotores, no buscamos autocomplacernos: nos interesa exclusivamente la belleza y la verdad.
Esos actores también, han perdido la curiosidad por observar las misteriosas formas en que la música se vincula con el ser humano; por ejemplo, la experiencia de cómo Perú, nuestra gente, vive la música y las expresiones musicales autóctonas que tan poca atención y seriedad ha generado en el periodismo musical tradicional. No comulgamos con esos enfoques que son parte de un pasado que debemos superar.
Tampoco nos entusiasma la prisa y la novedad como criterios con los que se maneja el periodismo tradicional, ni sus agendas predeterminadas por intereses e ideologías caducas. El método que esbozamos es la lentitud, la pausa, la exhaustividad y la perspectiva crítica, la escucha profunda de la música y sus relaciones, hasta ahora poco exploradas, con el individuo y la sociedad.
Asimismo, declaramos que somos seres políticos en constante aprendizaje. Estamos atentos a lo que sucede en nuestro entorno, a la realidad política, a las falencias de este sistema que aplastan el espíritu humano y lo desollan. Tener alma, es indispensable para poder crear y experimentar la música: sin alma no hay música.
Porque la música es mucho más que la industria musical y sus artistas que, por gracia divina, encuentran sonidos que resuenan en el corazón de su público y los transporta a nuevas dimensiones. No buscamos, en definitiva, darle la espalda a eso, tan solo queremos fijar más nuestro interés en cómo impacta cultural y emocionalmente la música, cómo altera nuestra percepción, cómo alimenta nuestra inspiración.
Esta es la nueva simbiosis entre periodismo y música, la cual puede servir de punto de partida para que el periodismo cambie su mirada hacia las otras disciplinas artísticas.
Estamos en un país enorme y complejo, siempre al filo del abismo, con el arte y la cultura relegados de las propuestas políticas. Pero nos tomamos en serio la música, y creemos que ser peruanos también merece la misma atención. Entonces, mientras seamos una estampa aguerrida y brillante, y no nos traicionemos a nosotros mismos, seguiremos abrazando la utopía. No dejaremos de soñar.
Fotografía de portada: Mauricio